Las tres áreas de compromiso del discípulo

Los discípulos impulsan el Reino (parte 2)

    25 DE NOVIEMBRE DE 2023 · 08:00

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    PIRO4D, Pixabay

    En nuestro artículo anterior, señalamos que Dios tiene un propósito personal para cada discípulo de Cristo que se une al propósito colectivo de la iglesia para la instauración del Reino de Dios en la tierra, por lo que se requiere de un decidido impulso personal que implica asumir un fiel compromiso con el Señor y su obra.

    Como lo vimos en Lucas 6:38, estamos llamados a dar todo lo que está al alcance de nuestra mano, de todo aquello que Dios nos permita administrar como buenos mayordomos, no sólo dinero y bienes materiales, sino tiempo, servicio, talentos, dones espirituales y ministeriales, entre otros.

    Impulsar el Reino implica un fiel compromiso, que se manifiesta en tres grandes áreas dentro de la obra de Dios: Compromiso financiero, compromiso de servicio y compromiso con las almas (evangelístico y discipular).

    Veamos cada una de ellas.

     

    Compromiso financiero

    La Palabra de Dios ha establecido la manera en la cual Dios sostiene su obra a través de nosotros. Desde el Antiguo Testamento Dios apartó para su servicio a la tribu de Leví, la cual debía ser mantenida por las otras once tribus a través de las ofrendas, primicia y el diezmo. Mientras que en el Nuevo Testamento todos estamos llamados a servir al Señor como «real sacerdocio» que somos (1ª Pedro 2:9-10); sin embargo, hay muchos que están a dedicación exclusiva de la obra de Dios, los cuales Él manda que sean sostenidos junto con la misma obra a través de los aportes de todos los creyentes.

    La Biblia nos enseña: «¿Acaso no saben ustedes que los que trabajan en el templo, comen del templo; y que los que sirven al altar, participan del altar? Así también el Señor ordenó a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio» (1ª Corintios 9:13-14. RVC). Los discípulos del Señor, más que los asistentes regulares a la iglesia, deben estar comprometidos a aportar materialmente para el sostenimiento de quienes sirven al Reino de manera exclusiva.

    El Señor ordenó que estos vivan del evangelio digna y honrosamente, de manera que cualquier crítica al respecto contraviene la orden del Señor. Así como cada creyente es digno de un salario o de la ganancia de su empresa, también lo son quienes le sirven a tiempo completo.

    Inclusive, «los ancianos que gobiernan bien deben considerarse dignos de doble honor, mayormente los que se dedican a predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey que trilla”, y: “Digno es el obrero de su salario”» (1ª Timoteo 5:17-18. RVC). Quien se dedica a «predicar y enseñar» necesita concentrarse en ello, razón por la cual no debería trabajar secularmente para no descuidar su comunión con Dios y consagración a la impartición de la Palabra de Dios.

    Además de los que sirven a tiempo completo, está también el sostenimiento de la obra del Reino en sí: construcción, mantenimiento y equipamiento del templo; servicios y gastos comunes; ayuda a los necesitados; entre otros. Todo lo cual sale del aporte de cada creyente, pero en especial de los discípulos.

    La manera de comprometernos a sostener el reino financieramente es «sembrando según se lo haya propuesto en su corazón, y no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama a quien da con alegría... Y aquel que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá los recursos de ustedes y los multiplicará, aumentándoles así sus frutos de justicia» (2ª Corintios 9:6-7,10).

    La Iglesia del primer siglo nació en medio de grandes necesidades, pero siempre fue generosa para el sostenimiento de la obra y de los pobres que estaban en medio de ella; «y no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían terrenos o casas, los vendían, y el dinero de lo vendido lo llevaban y lo ponían en manos de los apóstoles, y este era repartido según las necesidades de cada uno» (Hechos 4:34-35).

     

    Compromiso de servicio

    El otro importante compromiso que tenemos con Dios es el de servirle desinteresadamente y sin condiciones. Somos hijos de Dios por el Nuevo Pacto (2ª Corintios 5:15) y, por lo tanto, estamos comprometidos a dedicar nuestra vida entera a servir al Señor en el área que Él nos indique para impulsar su Reino. Los discípulos de Cristo, como nuestro Señor lo hizo en la tierra, son servidores por excelencia, eso es lo que los distingue del resto de los congregantes.

    El propio Señor nos dice: «Si alguno me sirve, sígame; donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará» (Juan 12:26. RVC). Es decir, que quien no le sirve no es su genuino seguidor, porque los verdaderos servidores de Jesús siempre están donde Él está y estarán con Él permanentemente en la eternidad; a esos son los que el Padre honrará. Creyentes y asistentes a las congregaciones hay muchos, pero pocos son los que le sirven y son sus discípulos (Juan 15:8).

    Pablo nos exhorta a «que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios» (1ª Corintios 4:1. RVA-2015). Porque los discípulos son servidores por excelencia, lo cual los distingue del resto de los congregantes. Debemos pasar de ser espectadores en una iglesia a comprometidos con ella y con el Reino.

    El Reino exige que todos seamos discípulos y servidores de Dios, así lo enseñan las Escrituras, porque es una demanda de Dios que debe salir de nuestro corazón, no debe ser por obligación, porque al Padre no le agrada que hagamos nada por obligación, sino por amor y agradecimiento.

     

    Compromiso con las almas: evangelístico y discipular

    La principal motivación de Dios siempre ha sido buscar al hombre después de la caída, rescatarlo de su pecado y salvar su alma; para lo cual no ha escatimado ningún esfuerzo, hasta la vida de su Hijo la entregó por amor a los perdidos. El principal ‘negocio’ de Jesús fue el de establecer su Reino con los salvos por su gracia, y que estos, a su vez, se comprometieran a «dar por gracia, lo que por gracia recibieron».

    Ya desde el Antiguo Testamento se nos enseña la importancia del arrepentimiento y el volverse a Dios, así como ayudar a los demás a buscar el favor salvador del Señor; de hecho, el rey Salomón escribió: «El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio» (Proverbios 11:30. NBLA). Todos aquellos que han sido justificados por el sacrificio de Cristo deben producir fruto para la eternidad, al extremo de ser comparados con un «árbol de vida», y que es de sabios ganar almas, porque no hay nada más importante para Dios que hacer volver a los hombres de su pecado, tanto que «¡hay más alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios que por noventa y nueve justos que no se extraviaron!» (Lucas 15:7).

    El último y mayor mandato de Jesús antes de ascender a su trono, que a su vez engloba toda la enseñanza y mandamientos del Señor, es: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20).

    El hecho de ir a la gente de todas las naciones implica, primeramente, evangelizarlos e inmediatamente hacerlos discípulos (seguidores y alumnos) de Cristo.

    El compromiso con las almas debe ser pleno. Evangelizarlas y hacerlas discípulos mediante la enseñanza y la obediencia a las Sagradas Escrituras, de manera que ellos también se integren al Reino como dadores, servidores y seguidores (evangelizadores y discipuladores); es decir, incorporarlos plenamente al funcionamiento del Reino que implica un involucramiento total y auténtico en el trabajo discipular.

    «¿Quién de ustedes es sabio y entendido? Demuéstrelo con su buena conducta, y por medio de actos realizados con la humildad propia de la sabiduría» (Santiago 3:13. RVC). No hay mayor demostración de sabiduría y amor que ganar almas y discipularlas para que sean maduras y fructíferas. ¡No descansemos hasta lograrlo!

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Las tres áreas de compromiso del discípulo

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