¿La voluntad de Dios o la mía?

A veces Dios tiene que usar duras pruebas, bancarrotas, enfermedades, para llamar nuestra atención y guiarnos a la obediencia de su voluntad.

14 DE AGOSTO DE 2022 · 08:00

Ali Kazal, Unsplash,brújula
Ali Kazal, Unsplash

«Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento. Decía: “¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”» (Marcos 14:35-36).

Por tres veces repitió Jesús esta oración. No era duda, no era desconocimiento de la voluntad de Dios y de las Escrituras. Era el peso de tamaña empresa salvadora que llevó al Maestro a orar agonizante en Getsemaní.

Durante su ministerio reiterativamente dijo que venía a cumplir la voluntad del Padre. Nos enseñó a orar para que se hiciera la voluntad de Dios en la tierra, así como en los cielos. El Maestro expresó: «...Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y llevar a cabo su obra», «...porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Juan 4:34; 5:30b). Y reiteró nuevamente: «porque no busco hacer mi voluntad, sino hacer la voluntad del que me envió» (Juan 6:38b).

La voluntad de Dios, ¿qué es?, ¿cómo la sabemos? Sencillamente leyendo las Sagradas Escrituras. El pueblo de Dios es el pueblo de la Biblia, pero no los que extraen sus enseñanzas solo cuando van a la congregación, sino a diario, siempre. El Señor nos dejó su legado completo en un solo tomo, la Palabra de Dios contiene expresamente la voluntad de Dios.

Así como la comida del Maestro era hacer la voluntad de Dios, lo es también para nosotros. Pero no actuando como bulímicos o anoréxicos, sino como los que se nutren completamente de sus enseñanzas y las ponen por obra.

La voluntad de Dios siempre termina imponiéndose. Mientras más rápido nos sometamos a ella mayor bendición percibiremos. Muchas veces Su voluntad no será lo que más nos agrada, pero al final la paz de Dios al obedecerla nos ayudará a vivir una vida más fructífera.

El Señor le dijo a Pedro: «Cuando eras más joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras» (Juan 21:18). Con esto Jesús se refería a que la voluntad de Dios se haría en la vida del apóstol, aunque este no quisiera. Años más tarde, el mismo Pedro escribió: «Amados hermanos, no se sorprendan de la prueba de fuego a que se ven sometidos, como si les estuviera sucediendo algo extraño. Al contrario, alégrense de ser partícipes de los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren grandemente cuando la gloria de Cristo se revele... Así que aquellos que sufren por cumplir la voluntad de Dios, encomienden su alma al fiel Creador, y hagan el bien» (1ª Pedro 4:12-13,19).

¡Aleluya!, Pedro entendió que aun las aflicciones pueden ser producto de la voluntad de Dios.

Y si hablamos de aquel conocido profeta que se negó a acatar la voluntad de Dios y tuvo que vivir tormentosas aventuras por la dureza de su corazón hasta que a regañadientes hizo lo que el Señor le estaba pidiendo. Sí, acertó amado lector, es Jonás.

A veces Dios tiene que usar grandes peces, burras que hablan, duras pruebas, bancarrotas, enfermedades, etc., para llamar nuestra atención y guiarnos a la obediencia de su voluntad. Por eso el apóstol Pablo nos recomienda: «Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. No sean, pues, insensatos; procuren entender cuál es la voluntad del Señor» (Efesios 5:15-17). Es una insensatez no entender y acatar la voluntad de Dios para nuestra vida, porque vayamos donde vayamos Él nos perseguirá hasta el fin del mundo y no tendremos paz hasta que le hallamos obedecido.

Es necesario someternos a Dios permanentemente, día a día, así iremos siendo adiestrados por el Espíritu Santo acerca de buscar la voluntad de Dios para cada situación a la que nos enfrentemos en la vida, sea espiritual, material o física.

Nunca debemos olvidar que el mundo siempre irá contra la voluntad de Dios, por ello haremos bien en escuchar el consejo paulino: «Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto» (Romanos 12:2).

La buena voluntad de Dios siempre será para nosotros agradable y perfecta; aunque al momento no lo parezca, aunque nuestra mente no lo entienda, por eso es necesario que de manera permanente renovemos nuestra manera de pensar.

«La voluntad de Dios es que ustedes sean santificados» (1ª Tesalonicenses 4:3a). Lo que nos aleje de nuestra vida en santidad nunca será la voluntad de Dios. Si negociamos este principio bíblico con nuestra carne o con el mundo, más pronto que tarde pagaremos las consecuencias. Guardarse en santidad es difícil, pero no imposible; gústenos o no es la voluntad de Dios. Él nunca dijo que si nos gustaba necesariamente era su voluntad, porque nuestro corazón está dañado y es mentiroso.

La vida en pos del Maestro es una de luchas y pruebas, pero de grandes realizaciones, de gozo y paz. Por eso, aunque estemos en el fuego de la prueba debemos recordar que nuestros hermanos en la fe vivieron situaciones más duras que la nuestra y nunca renegaron de Cristo. «Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús» (1ª Tesalonicenses 5:18).

En todo significa, en todo, no tenemos por qué ponernos a explicar mucho, en todo significa en las buenas y en las malas; porque aún en “las malas” Dios siempre es glorificado y el fruto es honra y bendición al Señor.

«Así que aquellos que sufren por cumplir la voluntad de Dios, encomienden su alma al fiel Creador, y hagan el bien» (1ª Pedro 4:19). También padeciendo se hace la voluntad de Dios. ¿Acaso Dios es malo?, no, pero sus pruebas son con la finalidad de pulirnos para que nos parezcamos a Su Hijo cada día más.

Es posible que estemos tentados por el mundo y el sistema en el que vivimos, el cual no quiere nada con Dios; pero lo que nunca podemos olvidar es que «El mundo y sus deseos pasan; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1ª Juan 2:17). ¿Preferimos vivir la vida a nuestra manera o hacer la voluntad de Dios y permanecer a su lado por la eternidad?

Puede que la voluntad de Dios no sea fácil para nosotros, para nuestro Maestro no lo fue; pero el resultado es lo que importa; lo que Él va a sacar de nosotros es tan grande que seremos sus hijos por los siglos de los siglos.

Cabe preguntarnos como al principio: ¿La voluntad de Dios o la mía?

Si somos inteligentes, que lo somos, escogeremos la primera, cueste lo que cueste.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - ¿La voluntad de Dios o la mía?