La creciente piratería evangélica
La práctica de la piratería en predios evangélicos no es nueva, pero con internet y las redes sociales se ha multiplicado a grados superlativos.
27 DE MARZO DE 2022 · 08:00

Parece mentira que entre los redimidos, aquellos que fueron comprados con la sangre del Cordero de Dios, los que se supone que son «santos» y «justos», se practique algo tan vil y bajo como la piratería.
Pensándolo bien, de algún lado debe salir la cizaña, los malos crecen entre los buenos y los practicantes de la piratería de entre las víctimas de estos.
El verbo ‘piratear’, significa según el diccionario: Aprovecharse del trabajo o de las obras de otros, especialmente copiando programas informáticos u obras de literatura o de música sin estar autorizado legalmente para hacerlo.
Piratear es mentir y robar después de haber codiciado. Quien piratea miente, roba y codicia al mismo tiempo, violando flagrantemente tres de los diez mandamientos.
No debe causarnos extrañeza que entre los creyentes temerosos de Dios se cuelen algunos que tienen su corazón entenebrecido y practican el pecado abiertamente, si el Señor tuvo a Judas Iscariote a su lado, ¿es raro que al lado nuestro haya también gente con apariencia de piedad?
La práctica de la piratería en los predios evangélicos no es nueva, pero con el avance de la tecnología el internet y las redes sociales la han multiplicado a grados superlativos.
No es raro hoy ver gracias a la práctica del ‘copia y pega’ a gente plagiando trabajos y música ajena mostrándolos como propios.
Hemos sabido inclusive de predicadores que se copian los mensajes de otros y no precisamente tomados de libros de sermones, sino tomados de sitios web y usados sin darle el debido crédito al autor del mismo, cometiendo así plagio abiertamente.
Si de la música se trata, hay cantantes que toman canciones de otros, incluyendo música del mundo, y le cambian la letra pensando con esto que están «redimiendo» la música, cuando lo que están es plagiando un tema.
En tiempos cuando los CD’s estaban de moda, abundaban quienes ‘quemaban’ discos completos y los vendían más económico, afectando así a los cantantes, los productores y a la industria musical cristiana en general.
Por otro lado, tenemos los medios de comunicación que toman de otros medios y no le dan los créditos (es como robarse el trabajo de otro y atribuírselo como propio).
Conocemos de varios portales web cristianos de noticia que toman información de los demás y les colocan sus créditos haciendo ver que fueron los autores de tales informaciones, cuando eso es falso, porque se trata de un vulgar plagio. A pesar de que se les ha hecho el reclamo persisten en esta perversa práctica. La Biblia llama a eso «necedad».
Existen muchísimos casos más que por motivo de tiempo no podemos enumerar, pero que son igual de vergonzosos, porque los primeros en criticarnos son la gente del mundo, en donde parece que prima más la sensatez que entre los cristianos.
La Palabra de Dios sentencia contra la mentira, el robo y la codicia, no solo en los 10 mandamientos, sino a lo largo de la Biblia; inclusive, llama a Satanás «padre de la mentira» y «ladrón», por lo que es inconcebible que quien se confiese como cristiano evangélico cometa actos de piratería y más cuando se trata de sus hermanos en la fe.
El apóstol Juan le hace un recordatorio a quienes piratean: «Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido... El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, ni ama a su hermano, tampoco es de Dios» (1ª Juan 3:6-8-10).
Los hijos de Dios no piratean y mucho menos afectan a sus hermanos en la fe, más bien los deberían amar y proteger como a sí mismos. Al final quien piratea no solo le hace daño a los demás, sino a sí mismo. Quien practica la piratería debería volverse al Señor en arrepentimiento, pedir perdón a los afectados y enmendar sus actos de injusticia.
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