El bosque de Dios
La cizaña no es sembrada por Dios, el enemigo es quien la siembra y por su semejanza con el trigo confunde.
13 DE MARZO DE 2022 · 08:00

La Palabra de Dios en muchas oportunidades compara a los hombres con los árboles, en ocasiones presenta a los árboles alegóricamente como hombres. También se nos muestra a Israel como una vid (Isaías 5), al igual que nuestro Señor y su Iglesia (Juan 15). En las Escrituras se habla abundantemente del árbol y de cada una de sus partes: hojas, tallo, ramas, raíces y fruto.
Dios tiene un amplio bosque conformado por árboles de todo tipo, buenos y malos, salutíferos como venenosos, con y sin fruto; así como tiene vasijas para usos honrosos y deshonrosos. Los buenos árboles serán preservados por siempre, mientras que los malos serán desarraigados y echados en el fuego.
En el pasaje bíblico de Isaías 61, donde se habla del ministerio restaurador del Mesías y del futuro glorioso del pueblo de Dios, dice que «ellos serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para manifestar su gloria» (vs. 3); donde se hace alusión a su pueblo comparándole con el frondoso e imponente roble y a la totalidad de Israel como el plantío suyo que se encargará de reinar con el Mesías y manifestar la gloria de Dios.
El Señor plantó su bosque, pero en él tiene árboles buenos y especiales, y plantíos escogidos para llevarle honra y gloria. En medio de este bosque hay árboles/hombres buenos, que dan fruto a su tiempo, tienen buen follaje y muchas otras utilidades. Los primeros versículos del Salmo 1 nos presentan una analogía de un hombre con un buen árbol:
«Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores. -Más bien, en la ley del SEÑOR está su delicia, y en ella medita de día y de noche. Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará» (Salmo 1:1-3).
Por otro lado, está el árbol malo que da frutos venenosos o sencillamente no da frutos, muchas veces está lleno de espinas y no da buena madera, solo sirve para ser quemado. «El buen árbol no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que ustedes los conocerán por sus frutos» (Mateo 7:18-20). Esto lo dijo nuestro Señor para representar a los hombres malos y su destino final.
En otra oportunidad nuestro Señor se refirió a sí mismo como la vid, los creyentes sus ramas y nuestro Padre celestial como el labrador:
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no está llevando fruto, la quita; y toda rama que está llevando fruto, la limpia para que lleve más fruto... Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer. Si alguien no permanece en mí, es echado fuera como rama y se seca. Y las recogen y las echan en el fuego, y son quemadas» (Juan 15:1-2, 5-6).
El labrador poda y limpia las ramas de la vid para que lleve más fruto y echa en el fuego las ramas infructíferas y la maleza seca. Jesús señala que Él es «la vid verdadera» porque existe otra que no es verdadera, que se hace pasar por buena, cuando en realidad es una mala vid, como la Israel desobediente de Isaías 5; y como la cizaña, que es muy parecida al trigal, pero sus espigas no tienen fruto (Mateo 13:24-30).
Con respecto a la cizaña, esta no es sembrada por Dios, el enemigo es quien la siembra y por su semejanza con el trigo confunde, esto en referencia a aquellos que aunque están en medio del pueblo del Señor no pertenecen a este, son infiltrados, sobre quien pesa la sentencia de Jesús: «Toda planta que mi Padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz» (Mateo 15:13); precisamente porque no da fruto aunque en apariencia tenga espigas, son gente sin fruto, de quienes señala el Señor: «muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’. Entonces yo les declararé: ‘Nunca les he conocido. ¡Apártense de mí, obradores de maldad!’» (Mateo 7:22-23).
¿Qué tipo de árbol nos consideramos, bueno o malo? No olvidemos como cristianos que, solo permaneciendo en Él, que es ‘la vid verdadera’, prosperaremos y daremos fruto en abundancia, separados del Señor estamos perdidos.
Procuremos ser árboles buenos, que dan su fruto en su tiempo, con un abundante y verde follaje, arraigados y cimentados en Él, para así gozar del favor de Dios por toda la eternidad.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - El bosque de Dios