Los reformados deben ser transformados

Muchos una vez convertidos a Cristo siguen en la tradición religiosa de donde el Señor les rescató; algo así como un ‘catolicismo a la evangélica’.

    03 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 03:00

    Chris Lawton, Unsplash,hojas de otoño
    Chris Lawton, Unsplash

    Sosteníamos en nuestro anterior artículo que el éxodo de católicos hacia el Reino de Dios, por medio de la salvación en Cristo, quien «nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3:5); estaba arrastrando tras sí dogmas y tradiciones religiosas, lo cual es erróneo. Como nuevas criaturas provenientes de la tradición religiosa debemos seguir transformándonos conforme a los preceptos bíblicos, tal y como lo hicieron los cristianos durante la Reforma.

    Toda persona que se convierta a Cristo proveniente de la religión romana experimenta lo vivido por cada uno de los reformados desde la época medieval hasta nuestros días; eso implica que así como «el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6); el creyente reformado debe permitir y buscar diariamente ser transformado «por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto» (Romanos 12:2).

    Muchas personas mantienen la tradición religiosa aun después de conocer al Señor, lo que les impide un desarrollo espiritual pleno, retrasando el propósito de Dios en sus vidas. Lo que sucede no es un simple «cambio de religión», sino un nuevo nacimiento espiritual (Juan 3).

    Pasamos de muerte espiritual por causa del pecado a vida eterna por la gracia de Jesucristo; sin embargo, esa experiencia sobrenatural no queda allí, es nuestro deber cooperar con el Espíritu Santo para ir iluminando cada área de nuestra mente y corazón hasta alcanzar la madurez que Dios espera de cada uno de nosotros.

    Muchos una vez convertidos a Cristo siguen en la tradición religiosa de donde el Señor les rescató; viven algo así como un «catolicismo a la evangélica». Conocieron la Verdad, fueron libres de las ligaduras del pecado, pero no sueltan las tradiciones inculcadas por Roma.

    Por motivos de espacio no podemos enumerar las casi 500 prácticas religiosas traídas al Reino del Señor; pero de las tradiciones católicas «mudadas» a la Iglesia de Cristo una de las más dañinas y de la cual se ocuparon ampliamente en desnudar y denunciar Lutero y Calvino, fue la relativa a la congregación expectante, aquella que solo cumple los sacramentos y asiste al servicio religioso, legando todas las responsabilidades eclesiásticas al «súper sacerdote» que hace todas más una.

    La religión tradicional o nominal dañó la vocación individual y colectiva de la Iglesia, mientras que la Reforma rescató el propósito de cada creyente que estaba secuestrado por la jerarquía eclesiástica romana (que se creía la única con derecho a servir a Dios y a interpretar y enseñar las Escrituras).

    Martín Lutero y Juan Calvino enseñaron que la vocación tiene que ver con el llamado que Dios hace a cada persona para desempeñar una función y producir buenas obras en el Reino (dentro y fuera de la congregación); enseñaron que servir a Dios no era enajenarse o ser religioso (sacerdote o monja).

    Todavía hoy muchos cristianos necesitan ser reformados porque piensan que no son llamados por Dios a su servicio, sino solo a una «clase especial».

    La Biblia enseña que nuestro propósito es pleno, tanto dentro como fuera de la congregación, servimos al Rey en su reino y este se debe establecer en todo lugar donde vaya un hijo de Dios, porque donde estamos somos sal y luz, por lo que debemos «hacerlo todo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Colosenses 3:23).

    Por eso observamos un pequeño porcentaje de miembros de las congregaciones sirviendo al Señor como cuerpo de Cristo que somos, los demás traen a rastras las tradiciones religiosas y creen que los «súper sacerdotes» de allá ahora son los «súper ministros» de acá; nada más lejos de las enseñanzas bíblicas.

    Y así muchísimas otras prácticas que han sido traídas y todavía practicadas por ignorancia de las Escrituras; otros que por comodidad no han querido desprenderse de ellas, frenando la transformación que el Espíritu Santo inició en ellos.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Los reformados deben ser transformados

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