Urge una teología que responda a los desafíos de nuestro tiempo

Hay que reflexionar sobre la propia identidad de la iglesia, sin deslumbrarnos por tener iglesias “exitosas”.

20 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Gerd Altmann, Pixabay,debate preguntas, diálogo respuestas
Gerd Altmann, Pixabay

La educación teológica en la República Dominicana está demandando cambios urgentes en su método pedagógico de enseñanza y en su contenido curricular. La sociedad dominicana ha sufrido transformaciones profundas y plantea nuevos problemas que demandan respuestas mejor articuladas.

A pesar de que en la actualidad se lleva a cabo un notable esfuerzo educativo, y casi todas nuestras organizaciones cuentan con institutos bíblicos, seminarios y departamentos de educación, estamos carentes de un sistema docente que articule, defina y oriente el proceso de cambios que deben producirse en el marco de nuestra teología.

Podríamos señalar como una de nuestras debilidades la falta de un espacio para encontrarnos, intercambiar experiencias y enriquecernos. La notable dispersión de propuestas teológicas y de programas de educación cristiana debe comenzar a ser superada a través de un análisis crítico que nos permita ver mejor nuestras amenazas y oportunidades.

Nuestra educación teológica está más aferrada a conservar nuestro espacio tradicional religioso que a responder desde la Palabra viva y transformadora a los desafíos que nos plantea el mundo de hoy.

La educación teológica debe constituir un eje de unidad, un punto de encuentro que nos permita actualizarnos y reflexionar sobre la fe. El propósito apunta a crear una propuesta curricular relevante, haciendo acopio de toda la experiencia docente cristiana, de manera que todos podamos contribuir a una seria revisión de la educación teológica que está orientada a la formación de iglesia para que cumpla su misión en el mundo.

Debemos crear un punto de referencia donde nos evaluemos y nos confrontemos con problemas tan diversos y novedosos como los que se nos presentan en la actualidad. No podemos seguir dependiendo de una teología enlatada que nos dificulta analizar la crisis de identidad que afrontamos como cristianos del Tercer Mundo en una sociedad globalizada, neoliberal y posmoderna. Hay temas nuevos que reclaman la revisión de la educación teológica que estamos impartiendo. Nuestra teología debe tener un impacto tal que ésta pueda repercutir en la comunidad.

Una actualización curricular implica un cambio de la metodología del aprendizaje. La teología que hemos recibido nos ha enseñado a teorizar sobre nuestras normas y tradiciones. Aprendemos qué cosas prohíbe o permite nuestra doctrina. La fe y sus prácticas son individualizadas; sin embargo, tenemos que reconocer que los problemas de hoy trascienden al individuo y tienen carácter social, son colectivos y estructurales, sin dejar de ser individuales.

Una teología que pretende solo ofrecerme respuesta a mis individualidades, sin tomar en cuenta mi contexto, es una teología que me aísla, que me reduce y me anula, que me impide ser sal y luz, porque se limita a darme una respuesta individualista, cuando mi mundo está demandando respuestas integradoras y de amplio alcance social y humano.

Cada denominación está desafiada a revisar sus propios objetivos en cuanto a la educación teológica se refiere.

Nuestro estándar curricular tiene que romper con las tradiciones que fragmentan la integridad del ser, que toman al ser humano en sentido material o espiritual como si estas dos dimensiones fueran antagónicas o excluyentes. Nuestra teología es domesticada y domesticante en la medida que sigue de espaldas a las corrientes sanas de nuestro contexto.

Nuestro currículo tiene que generar su propio cuestionamiento, no puede darse como definitivo y único, el tiene que ser en sí mismo una propuesta de renovación y búsqueda, de investigación y cuestionamiento de métodos y contenidos. El aislamiento, el temor al intercambio de información y de conocimiento, la falta de apoyo a todos los niveles, entre muchas otras dificultades, no permite que nuestra educación teológica tenga el debido carácter liberador.

Debemos abrir un espacio de análisis para ir construyendo una teología que se cuestione y analice, que de cara a la contextualización de las Escrituras se pregunte y se responda. La educación teológica no puede ser una laguna inmóvil. Tiene que ser una corriente viva, capaz de agitar las aguas estancadas de un saber que está detenido en el tiempo.

La iglesia en República Dominicana está enfrentada a grandes desafíos. Lo primero que tiene que hacer la iglesia es reflexionar sobre su propia identidad. Estamos deslumbrados por tener iglesias “exitosas”. No estamos llamados a tener iglesias “exitosas” de acuerdo a los criterios que rigen en el mercado del neoliberalismo que promueve la prosperidad y el éxito individual, estamos llamados a levantar iglesias fieles a las Escrituras, iglesias solidarias y transformadoras que se identifiquen como lo hizo Cristo con las miserias humanas, con las injusticias y que proclamen a toda voz la liberación que en todos los términos que Él vino a ofrecer.

La Iglesia de la República Dominicana está llamada a producir una profunda transformación en su manera de ser iglesia. No una transformación enlatada y traída de otras latitudes; estamos hablando de una transformación a partir de nuestra propia realidad. Para esto contamos con el poder del Espíritu Santo operando sobre un liderazgo renovado y comprometido.

Estamos compelidos a elaborar, a partir de una reflexión seria sobre nuestra eclesiología, un concepto claro y orientador sobre la iglesia. Tenemos con urgencia y a la luz de las Escrituras que definir qué es la iglesia y cuál es su misión. En los últimos tiempos parte de la iglesia dominicana ha sido utilizada como aliada estratégica de algún partido político, como un club para la diversión, y el espectáculo, como un grupo de presión que anda en busca de prebendas públicas y favores oficiales o como un centro para la religiosidad personal.

La iglesia es el agente gestor del Reino de Dios, espacio para reconocer su soberanía y grandeza, para proclamar su justicia y para declarar liberación sobre todas las formas de opresión. La iglesia que anuncia el plan de Dios para restaurar todas las cosas en Cristo, no es una entidad coyuntural al servicio de intereses o visiones particulares. Es la voz que proclama el Reino de Dios con todas sus implicaciones y no admite reduccionismos ni recorte.

Sobre esta visión de iglesia es que estamos llamados a reflexionar y esa es la iglesia que debemos construir a partir de hoy en la República Dominicana.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Urge una teología que responda a los desafíos de nuestro tiempo