El relato político: convencer, aunque sea mentira

Reseña critica del libro “Ateísmo ideológico, la ruina de las ideologías”

    28 DE DICIEMBRE DE 2023 · 08:00

    La autora y la portada del libro,Ateísmo ideológico, ruina de ideologías
    La autora y la portada del libro

    Resulta muy gratificante y satisfactorio encontrar un libro que su lectura, además de enriquecer nuestro conocimiento, venga a confirmarnos inquietudes y nociones que de forma desordenada y sin mucho asidero ni certeza se habían acercado a las ventanas de nuestro pensamiento. La devoción apasionada que despiertan ciertos personajes políticos, esa entrega irracional y sin límites con que grandes masas entregan su destino en manos de figuras públicas que propalan ideas de redención y cambio, de alguna manera, me hacen asociar este discurso secular e ideológico con la fe religiosa. Estamos en medio de creencias masivas que generan adhesiones ideológicas impregnadas de una lealtad inquebrantable que raya en un fanatismo indetenible y patológico.

    “Ateísmo ideológico” es el libro de la experimentada y reconocida periodista española Ángela Vallvey que vino responderme muchas de las preguntas que como cristiano evangélico me había estado haciendo ante este populismo religioso que se ha puesto de manifiesto en estos tiempos en el que ciertas figuras políticas han creado un novedoso marco ideológico que le permite manipular masas de religiosos y no religiosos con un discurso más concentrado en su sensibilidad emocional que en sus necesidades como ciudadanos.

    El libro es una incisiva y dura crítica a la nueva forma de hacer política. Se trata de una ingeniosa y sagaz explicación de cómo los políticos se han adueñado del fervor religioso y lo han convertido en agente impulsor de sus ambiciones y angurias particulares.

    Sin caídas bruscas ni digresiones fastidiosas es palpable el buen conocimiento y dominio que su autora tiene de la historia a la que recurre sobre el andar de una escritura ágil, progresiva y bien documentada. Siempre mantiene tensado el vivo contraste entre la política y la religión, expresiones ideológicas que han servido para justificar las diversas relaciones de poder que se han establecido en las distintas sociedades a lo largo de la historia.

     

    Los partidos políticos

    Vallvey está decepcionada con los políticos y con los partidos, lo ve como ineficaces para el manejo del Estado. Piensa en otra clase de gerentes y administradores para ocuparse de las funciones públicas supremas. En este sentido, su teoría me parece tan improbable como insostenible, aunque su crítica a los políticos es aguda, válida y desafiante.

    Afirma que los partidos políticos en vez de ser ejes de sostén de la democracia se han convertido en comederos de una estirpe cada vez más numerosa, voraz e inútil. Entiende que viven su mayor esplendor como un anticipo a su decadencia. El poder de los partidos es tan inmenso que comienza a pudrirlos y solo la fe ideológica de las masas que aún ve en los políticos un aura sacerdotal de clase religiosa, impide que los fieles se lancen sobre sus dirigentes hasta exterminarlos.

    El ciudadano ha dado lugar al cliente creyente. No hay defensores del pueblo sino defensores del cliente. No hay reclamaciones cívicas sino de consumo. Para el cliente es mucho más fácil descubrir el engaño de la ideología que el de la religión. Sin embargo, la ideología se ha convertido en una fuerza más poderosa y atractiva que la religión, “porque en el siglo XXI todo el mundo desea el paraíso aquí y ahora, y aunque los creyentes vean con sus propios ojos que todo es una farsa, su fe lo obliga a seguir creyendo en la pantomima”.

    Esta diestra periodista describe a las personas en la actualidad como atrapadas entre quienes prometen el paraíso en la otra vida y quienes los prometen en esta. A pesar de que, en ambos casos, lo que en realidad ofrecen, lo que suministran de manera inequívoca, segura y comprobable sea muerte, miseria o esclavitud. O la tres juntas. Secuencia nefasta que provocan los políticos para alimentar a sus clientes creyentes con: miedo, odio, violencia.

     

    Política y emociones

    Vallvey observa un panorama dominado por unas ideologías políticas basadas en las emociones, que apelan directamente al sentimiento y al estómago de los creyentes votantes, y que, por supuesto, anulan todo vestigio de sensatez y de cordura. A pesar de las innegables mejoras que ha experimentado la sociedad humana, ni la religión, ni la ideología, ni la naturaleza, ni revolución, ni ciencia han conducido al paraíso en la Tierra.

    La partidocracia, afirma Vallvey, ha convertido al ciudadano cliente en un peón de su poder, y asaltando su individualidad emplea cuestiones tan personales como el sexo, o mejor dicho, el género para hacer política y para generar poder. El ciudadano se ha transformado en un consumidor de ideología, en un creyente. Lo personal e íntimo es más que nunca político.

    La autora deplora de un “evangelismo” de la sexualidad, la identidad y la conducta que, apoyado en unas elites ineptas y populistas, está extendiendo su influencia y sus leyes en forma de red sobre países enteros e instituciones que cruzan fronteras internacionales, porque también el populismo ideológico de la identidad y la intimidad se ha globalizado. “El poder prefiere la ideología a la biología, porque la primera es más fácilmente manipulable que la segunda”.

    Lamenta que las democracias estén en manos de antidemócratas. Entiende que no es la democracia lo que está fallando, son los llamados demócratas. “No falla la democracia, sino quienes deberían sostenerla. No necesitamos más democracia, necesitamos más demócratas”.

    Expone que la democracia se parece cada día más a un sistema basado en el enfrentamiento y el odio, trabajado para engrosar el número de votos. Alerta ella ante la generación y el engrosamiento de una dinamita espeluznante que de seguir las cosas como van detonara a la propia democracia desde dentro.

     

    La educación: ventas de títulos y mercadeo de diplomas

    De acuerdo a Angela Vallvey la sociedad está siendo literalmente bombardeada por conceptos disolventes que solo podrían combatirse con educación, pero lamentablemente, para ella la educación es otro concepto decadente que también se ha convertido en un campo de batalla ideológica donde la titulitis, la venta de títulos, el mercadeo de diploma sin valor alguno, junto a la falta de exigencia académica han devaluado el conocimiento. “Tenemos una superabundancia de títulos que están llevando a varias generaciones a la frustración profesional y vital. Hoy día hasta las universidades de más renombre venden títulos a cualquiera que pueda pagarlos”.

    El perfil del egresado de cualquier carrera universitaria puede disolverse en un mercado precario repartiendo comida a domicilio o movilizando pasajeros a través de un servicio de taxis. Señala que esa falta de esperanza es el elemento que alimenta el resentimiento de las grandes bolsas de votantes que optan por elegir a partidos extremos que prometen imposibles y los ceban con mensajes cargados que exacerban el odio y la venganza de clase.

     

    El número vale más que la razón

    Uno de los problemas que señala Vallvey es que en nuestro tiempo la razón se ha convertido en número. El hecho de que una buena cantidad de personas crea en algo es una oportunidad para convertir sus ideas, no importa lo absurdas o estúpidas que sean, en poder. El número tiene el poder, independientemente de que se halle anclado sobre la base de una flagrante mentira. Los problemas para identificar la verdad, afirma, se han convertido en un asunto de pura opinión. “Y como todas las opiniones se consideran iguales y poseedoras del mismo valor, hemos llegado a la absurda situación en que la moral de un honrado trabajador y la de un asesino pueden ser apreciadas política y socialmente como equivalente. Hemos cambiado la moral por la opinión. Hemos cambiado la verdad por una cantidad, por una mayoría”.

     

    El antihéroe

    Los antihéroes se están convirtiendo rápidamente en héroes. Corremos el riesgo de convertir la violencia en algo frívolo. Incluso, ella resalta el papel protagónico y necesario del antihéroe porque supone un paso más en la fascinación del lado perverso de la humanidad. Los supervillanos son chispas de ficción. Sin ellos nada tendría sentido. “No se pueden escribir ficciones donde todo el mundo sea bueno, porque el aburrimiento está garantizado”.

    Resalta que los actores que encarnan estos antihéroes suelen ser físicamente atractivos, clave para que el espectador o la espectadora sienta algún tipo de identificación con ellos a través de un perverso mecanismo emocional que desencadena emociones confusas e impredecibles que aún no ha sido estudiadas detenidamente por la ciencia del comportamiento humano.

     

    Definitivamente, ¿qué es la ideología?

    Vallvey ofrece a lo largo de su ensayo variadas y múltiples definiciones del concepto ideología. Sostiene que a igual que ocurre con las religiones, las ideologías también son una mera cuestión de opinión en las que hay siempre hay un componente cuestionable y discutible. La ideología es, sobre todo, discrepancia, desavenencia, querella, desunión. Ideológicamente, se utiliza el resentimiento social como motor partidista para poder ganar el poder.

    Asiente que las ideologías hoy son sustitutas de la religión porque ofrece a los creyentes lo mismo que la religión les brindaba. En este sentido, su petición es que los países europeos dejen de ser teocracias ideológicas y que permitan gestionar la cosa pública como un espacio laico desinfectado de religiones e ideologías porque entiende que la ideología acaba con la eficacia administrativa y, por tanto, empeora sustancialmente las vidas de los individuos que componen la sociedad. “La ideología es un obstáculo incívico, además de un elemento esencial de fomento de la corrupción”.

    Afirma que la ideología se basa en la lucha, en la construcción de un enemigo, y se pregunta: ¿por qué deberían ser mis enemigos mi vecino, mi hermana, mi colega de ideologías contrarias a las mías?

    Sin embargo, termina coligiendo que religión y la ideología son algo específicamente humano porque tienen que ver con el ansia de creer que tienen las personas. “Porque adorar y creer les hace más liviana la conciencia de su levedad, de su mortalidad”.

    Los seres humanos tenemos la tendencia a buscar un grupo en el cual ser aceptados, lo que, combinado con las recompensas de la fe, nos convierte en seres particularmente proclives a hallar en la ideología una fuente de satisfacción personal y existencial comparada con la que reporta la religión. La ideología tendrá así un papel esencial a la hora de conformar la identidad de las personas.

    Muchas personas se acogen a los aspectos positivos de la ideología porque esta les otorga un sentido y un propósito de sus vidas. En línea con pensadores como Paúl Ricoeur, que entiende la ideología como un “un cuerpo de ideas” que entregan identidad y coherencia a un grupo social determinado.

     

    La importancia del relato en la construcción ideológica

    Vallvey asevera que la construcción de un relato coherente es esencial en política. “A los partidos ya no se le exige una coherencia ideológica, como antaño, sino la presentación de un relato bien articulado. Ya no importa si lo que se encuentra detrás del relato sea una incuestionable mentira. Lo esencial es que el relato funcione. Que el público se lo crea. Y es que el relato tiene que ver con las creencias, y por lo tanto con la ideología, con lo sagrado”.

    Considera que los fieles siguen a los dirigentes porque los suponen ideológicos. Es la ideología lo único que une a los votantes con el líder, por mucho que este sea un pequeño mentiroso.

    Cuanto más débiles son las religiones –de raíz cristiana– mayor es la potencia que tiene la ideología en Occidente.

    Concluye que a ideología se ha vuelto tan religiosa que posee la fuerza de la fe más radical, más severa y ortodoxa. Está mutando en integrismo. La religión prometía el paraíso en la otra vida, pero la ideología ha descubierto un gran truco, prometer el paraíso en esta.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El relato político: convencer, aunque sea mentira

    0 comentarios