‘Sufrió nuestros dolores’

La pasión de Jesús en lenguaje de jazz y la genealogía sufriente de Jesucristo.

17 DE ABRIL DE 2022 · 08:00

Alicia Quan, Unsplash.,cruz vacía
Alicia Quan, Unsplash.

“El Libro Negro”, de Denís Suárez, recorre la Biblia con un lenguaje para mí sorprendente, el del jazz. Es un CD puramente instrumental, no contiene una sola palabra, pero habla con plena claridad. He llorado escuchando su pieza “Gólgota”: podemos identificar perfectamente los pasos de Jesús hacia la cruz, los golpes de los clavos fijándolo a ella; un solo durísimo de batería nos hunde en su indescriptible dolor y desamparo, que progresa en intensidad para terminar bruscamente con una inflexión en la que sientes inclinarse la cabeza de Jesús… y aparece entonces la melodía que toma prestada de “Cabeza ensangrentada”, de J. S. Bach.

En su “Pasión según San Mateo” Bach presenta el relato de Mateo desde el capítulo 26 al 27; llega al más profundo grito de desgarro “Dios mío, Dios mío, ¿para qué me has abandonado?” y describe el momento en el que Jesús entrega el espíritu con un dramático silencio. Se abre entonces paso suavemente, temblorosamente, la citada melodía con esta letra:

Cuando yo tenga que partir,

no te alejes de mí.

Cuando la muerte deba sufrir,

¡Acércate a mí!

Cuando de todos los temores

sea mi corazón rodeado,

¡Que tu angustia y tu dolor

me saquen con poder de la angustia!

La angustia de Jesús fue el medio de curar la nuestra. Hoy he vuelto a escuchar “El Libro Negro” y “La Pasión según San Mateo”, y he vuelto a leer Mateo 26 y 27. Retrocedí entonces al primer capítulo del evangelio y comprendí mejor la llegada de Jesús entre nosotros, Su plena identificación con nosotros, comprendí un poquito más cómo “ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”; descubrí otra vez cómo “él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”.

Lo hizo desde el principio, desde Su propia genealogía humana, asumiendo una lista de antepasados cargada de dolor, sufrimiento injusto, abuso e incomprensión. Las historias de vida de algunas de las mujeres que allí aparecen hablan con toda elocuencia de esto:

  • “Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara” (1.3). Tras este versículo hay toda una historia muy dura: Tamar se casó con un hijo de Judá, que fue malo y Dios le quitó la vida; siguiendo las normas protectoras de la ley, Judá le dio a otro hijo como marido, pero también fue perverso y murió; Judá, en vez de reparar en la maldad de sus hijos, echó la culpa de sus muertes a Tamar y le negó a su otro hijo devolviéndola a sus padres. Tamar se disfrazó de prostituta, Judá la vio y se acostó con ella sin saber quién era; quedó embarazada y entonces Judá mandó quemarla invocando el cumplimiento estricto de la ley. Tamar demostró entonces lo que había sucedido y Judá tuvo que retractarse.

Tamar fue estigmatizada por Judá como una mujer fuente de maldición, cuando los miserables habían sido sus maridos; su descendiente en la carne, Jesús, fue igualmente estigmatizado, “despreciado y desechado entre los hombres” (Is 53.3) y fue “hecho por nosotros maldición” (Gál 3.10). Judá mandó de vuelta a Tamar con su familia para desentenderse de ella; ¿y Jesús? “Escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Is 53.3). Cuando quedó embarazada, Tamar fue vilipendiada públicamente y dispusieron quemarla por un pecado del que ella no era la definitiva culpable; a Jesús “le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él” (Is 53.4-5).

A Tamar le iban a hacer caer todo el peso de la ley en su formalidad sin entrar en el fondo de lo que había pasado; de la misma manera, cuando Jesús fue crucificado Sus acusadores ignoraron el profundo significado de lo que allí estaba sucediendo y tan solo pusieron un estúpido empeño en cumplir las formalidades de la ley: “a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí” (Jn 19.31).

Tamar fue estigmatizada y profundamente incomprendida. Jesús lo fue igualmente hasta el mismo momento de la muerte: Cuando clamó el más dramático grito de la historia, “Elí, Elí; ¿lama sabactani?”, aquellos impresentables no fueron capaces de entender otra cosa que “A Elías llama este” (Mt 27.46-47).

  • “El rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías” (1.6). David vio a la mujer de Urías, que estaba lejos combatiendo por él, la codició, usó su poder de monarca para mandarla subir a palacio, abusó de ella y quedó embarazada. Para tapar todo mandó venir del frente a Urías, pero Urías no quiso estar en casa con ella por consideración a sus compañeros de batalla; David maniobró para que muriese en combate y se quedó con ella.

Pónganse en el lugar de Betsabé: llevada a la fuerza, violada, su marido asesinado y ella obligada a casarse con su abusador. Definitivamente injusto y humillante… como lo fueron la pasión y muerte de Jesús.

  • “El nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (1.18). María apareció embarazada cuando estaba ya comprometida con José y él sabía que no habían mantenido relaciones sexuales. José comprendió que ella era inocente y estaba embarazada del Espíritu Santo, pero probablemente el entorno estigmatizó a María, a José y al propio Jesús, como vemos en Su debate con los judíos, que le espetaron: “Nosotros no somos nacidos de fornicación” (Jn 8.41).

La genealogía de Jesús que Mateo nos describe está cargada de sufrimiento injusto, estigmatización, desprecio, abuso e incomprensión, está cargada del pecado de muchos; todo eso lo echó integralmente sobre Sus hombros y lo llevó hasta la cruz. Mateo 26 y 27 es el final de lo que se inició en Mateo 1.

Esa carga de sufrimiento que se anticipó en las mujeres de la genealogía de Jesús fue llevada por Él hasta el final, y el final de la cruz fue nuestra paz. “El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is 53.5).

“Gólgota”, esa pieza de “El Libro Negro”, no termina con las notas de “Cabeza ensangrentada”; desde el silencio final va abriéndose paso suavemente, imperceptiblemente, la melodía de un himno: “Comprado con sangre de Cristo, con gozo al cielo yo voy; lo sé, lo sé, comprado por sangre yo soy. Comprado con sangre de Cristo, con gozo al cielo yo voy”. Gloria a Dios.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Ollada latina - ‘Sufrió nuestros dolores’