La iglesia necesita la voz profética femenina
Preocupa el notorio desequilibrio entre la magnitud del aporte femenino en la iglesia y el escaso reconocimiento que recibe.
07 DE AGOSTO DE 2025 · 08:00
Si observamos con detenimiento la vida y dinámica de una congregación cristiana, nos daremos cuenta, sin mucho esfuerzo, de cuán amplio y determinante es el espacio que ocupan las mujeres en las iglesias evangélicas.
En toda comunidad de fe -grande o pequeña-, la participación femenina se extiende desde los actos litúrgicos hasta las labores misioneras, solidarias y administrativas que sostienen la vida eclesial.
Las mujeres están presentes en todos los frentes: dirigen escuelas bíblicas, organizan encuentros de oración, visitan enfermos, coordinan acciones de ayuda social, colaboran en la música, limpian los templos, administran recursos y lideran ministerios. Si pudiéramos cuantificar su esfuerzo, o ilustrarlo gráficamente como un indicador de logros, constataríamos que su trabajo supera, por amplio margen, al realizado por los hombres dentro de la iglesia.
Esto no se trata de una competencia entre géneros. La obra del Señor no se edifica a partir de comparaciones o rivalidades. Todos, hombres y mujeres, estamos igualmente llamados a servir con fidelidad. No obstante, la preocupación surge del notorio desequilibrio entre la magnitud del aporte femenino y el escaso reconocimiento que reciben. Su influencia es horizontal, muy visible en lo operativo, pero rara vez se traduce en posiciones de autoridad o de toma de decisiones. Siguen siendo, en muchos casos, la base de una pirámide cuya cúspide es predominantemente masculina.
Esta realidad tiene raíces culturales y hermenéuticas. Durante siglos, se ha interpretado la Escritura desde enfoques que han minimizado el papel de la mujer, resaltando apenas su protagonismo ocasional y transitorio. Tal lectura ha servido, directa o indirectamente, para justificar su exclusión de los espacios de mayor responsabilidad en las estructuras eclesiales. Sin embargo, la paradoja es evidente: allí donde la misión de la iglesia se hace carne -en el servicio, en el consuelo, en la enseñanza, en el testimonio cotidiano-, las mujeres están dando la buena batalla.
Por todo ello, urge una revaloración seria y teológicamente fundamentada del papel de las mujeres en la iglesia. El mismo Dios que las ha levantado como soporte esencial de la misión eclesial, puede y quiere usarlas también en otros niveles donde su experiencia, sensibilidad y preparación son necesarias.
En el contexto actual, donde la sociedad atraviesa profundos cambios y desafíos, las mujeres de iglesia -muchas de ellas con alto nivel académico, conciencia social y compromiso espiritual- están llamadas a jugar un papel aún más determinante en la búsqueda de respuestas a los retos del siglo XXI. La iglesia necesita aprovechar este capital humano y espiritual para ampliar su impacto, tanto dentro como fuera de sus muros.
El espacio legítimamente ganado por la mujer evangélica no debe limitarse a un activismo rutinario, que corre el riesgo de volverse cíclico y perder perspectiva. Por el contrario, dicho espacio debe ampliarse con el apoyo de toda la estructura eclesial, para que la acción femenina logre un mayor impacto social.
Frente a problemáticas como la violencia doméstica, el acoso sexual, el abuso infantil y otros flagelos que afectan directamente a las mujeres, la iglesia necesita una voz profética femenina que encarne el dolor y, al mismo tiempo, proclame esperanza, justicia y restauración.
Pero para que esa voz sea escuchada con autoridad, es necesario que las mujeres tengan un espacio real en los niveles de decisión eclesial. Hace falta articular una propuesta teológica femenina -no desde el extremismo ni desde una postura confrontativa-, sino desde la conciencia de su llamado, su aporte y su dignidad como hijas de Dios y herederas del Reino.
Este proceso requiere de una alianza consciente entre hombres sin prejuicios machistas y mujeres con plena conciencia de su misión. El espacio de las mujeres en la iglesia ya es amplio. ¡Reconozcámoslo con justicia y gratitud!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - La iglesia necesita la voz profética femenina