La identidad humana está perdiéndose
El proceso de licuefacción de la identidad humana.
30 DE SEPTIEMBRE DE 2025 · 08:00
Fue el viernes 15 de octubre de 2021 cuando los diarios estadounidenses daban cuenta de una asombrosa noticia que, sin embargo, en esta era de confusión en la que vivimos, apenas logró despertar alguna inquietud más allá de los círculos académicos: la magistrada federal Karen Litkovitz, de Ohio, declaró “personas”, con plenos derechos legales, a las crías de los hipopótamos que pertenecieron al narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
El grupo californiano que presentó la demanda legal a favor de estos mamíferos cree que es la primera vez en la historia que se declara personas a unos animales en los Estados Unidos. La nueva identidad hipo-humana se constituye, entonces, en un nuevo hito de la ficción jurídica extrema.
Sin embargo, esta humanización animal en la jurisprudencia estadounidense no es un hecho histórico aislado, ni tampoco el punto final de un proceso particular, sino que puede entenderse como la manifestación de un nuevo eslabón en la larga cadena del cambio de paradigmas occidentales que se inició en Europa en el siglo XV.
El humanismo relativista de entonces se había originado alrededor de la consagración de la razón materialista como fuente de sentido pero, progresivamente, esta razón cayó en descrédito y fue absorbida por una nueva tendencia a privilegiar lo subjetivo sobre lo objetivo y la fantasía sobre la realidad. Como era previsible, estos cambios produjeron el abandono general de la razón y llevaron los fundamentos de la identidad humana a niveles surrealistas.
Mucho antes, entonces, de la humanización animal consagrada por Litkovitz, existió una fuerte tendencia a una animalización humana que, ya desde el siglo XIX, se presentaba mediáticamente como un “hecho científico” por el inusitado apoyo que las élites académicas profesaron a las tesis evolutivas del darwinismo.
Un hito más reciente, aunque derivado, de este proceso de licuefacción de la identidad humana, se produjo en 1975 con la aparición del libro “Liberación animal” del gurú animalista Peter Singer. Allí, Singer defendía la idea de que luchar contra la discriminación de los animales era el paso que continuaba a la liberación negra, liberación femenina o liberación gay.
Otro hito lo representó la llamada “Declaración Universal de los derechos del animal” aprobada por la UNESCO en 1978, y otro más el llamado “Proyecto Gran Simio” de 1993 que buscaba declarar humanos a los chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes, etc. Por todo esto, los narco hipopótamos “humanos” sólo son un nuevo capítulo en una historia que ya acumula bastantes episodios.
Sin embargo, este proceso de confusión de la identidad humana no termina en su subvaloración animal. Existe otro extremo de mayor enajenación que parece alzarse hoy a través de la extrema virtualización humana.
José María Lassalle escribe en Ciberleviatán que “la realidad virtual toma fuerza; los cuerpos y la sensibilidad se retiran”. Y el filósofo surcoreano ByungChul Han agrega en No-cosas que “hoy nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral”.
En otras palabras, la virtualidad se está fagocitando a la identidad humana. Para los entendidos este proceso es tan evidente y avanzado que ha llevado, por ejemplo, al pionero informático Jaron Lanier a preguntarse en su libro El futuro es ahora: “¿Qué queda de nosotros cuando podemos cambiar casi todo lo que tiene que ver con nuestro cuerpo y con el mundo?”
La respuesta parece evidente: no queda nada. Cuando el hombre renuncia a la realidad de su valor y su dignidad inherente, su identidad se torna una ilusión o una claudicación a extremismos deshumanizantes de animalización o digitalización.
Porque, de tanto escuchar y repetirse que su valor es extrínseco y relativo, el hombre ha terminado reduciendo su identidad a un infructuoso movimiento pendular de sobrevaloración aberrante o subvaloración denigrante.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde el Sur - La identidad humana está perdiéndose