Testigos de Jehová que abandonan

Hay testimonios de personas que se declaran víctimas de la organización.

Protestante Digital · 29 DE ENERO DE 2023 · 08:00

Imagen de Sergio Herrera en Flickr. CC 2.0 By-SA,Watch Tower, Testigos Jehová
Imagen de Sergio Herrera en Flickr. CC 2.0 By-SA

De los 55 libros que la vida me ha permitido escribir cuando redacto este artículo, los más leídos y que más ediciones llevan publicados son dos: La Biblia en el Quijote y Apuntando a la torre. La primera edición de éste llegó a las librerías en la primavera de 1972. Desde entonces el libro ha tenido mucho recorrido, traducido al inglés, al francés y al portugués. Una emisora de radio en Puerto Rico lo dio a conocer, capítulo por capítulo a sus oyentes. En mi análisis de la doctrina, los principios humanos y las pretensiones del movimiento fundado por Charles T. Russell, quien vivió y escribió entre dos siglos XIX y XX, dejé claro y aquí repito que mis letras no van dirigidas a los miembros del movimiento, hombres, mujeres y niños de fe admirable que dedican gratuitamente parte de su tiempo, especialmente los sábados y domingos, para ir de casa en casa, incansables, ofreciendo literatura y hablando de sus convicciones. Estas personas son dignas de reconocimiento. No así los altos jefes y la propia organización maquiavélica que les tienden sus poderosos tentáculos, estrangulando la libertad y la dignidad de los fieles, muchos de los cuales abandonan cuando abren los ojos y descubren sus interioridades.

Este fue el caso de una familia colombiana que atendí personalmente. Entre mi mucha y constante correspondencia recibí cierto día una carta desde Medellín, en Colombia. El hombre que me escribía decía que en una librería evangélica había comprado y luego leído atentamente mi libro Apuntando a la torre. La información que ofrezco en este libro sobre el entramado de la organización y los argumentos bíblicos que rebaten sus creencias le llevaron a abandonar a los Testigos de Jehová. Había en la carta un párrafo que decía: “Usted me ha quitado la fe en la religión que practicaba. Ahora debe darme algo mejor”.

Quienes me conocen comprenderán mi reacción. Compré un billete de avión y la compañía Iberia me llevó a Bogotá. Desde la capital otro avión me trasladó a Medellín. En el dorso del sobre el autor de la carta había escrito su dirección. Desde el hotel un taxi me dejó a las puertas de su domicilio.

Estuve varios días estudiando con él y con su familia. Los invité a la Iglesia donde yo impartía unas conferencias. El segundo domingo de estancia en Medellín, el exlíder, su esposa y dos hijos adolescentes, un varón y una hembra, fueron bautizados en Cristo y quedaron como miembros de la Iglesia. Cumplida la misión, otro avión de Iberia me condujo desde Bogotá hasta el aeropuerto en Madrid.

Todo esto lo he recordado ahora, después de haber leído en el diario El Mundo, de Madrid, con fecha 22 de noviembre de 2022, un reportaje del periodista Quico Alsedo sobre Testigos de Jehová que abandonan su religión en España. La palabra secta no me gusta y no la empleo. La primera página del reportaje está ilustrada a gran tamaño por seis personas, cuatro hombres y dos mujeres que fueron liberadas del yugo de los llamados Testigos de Jehová.

El periodista pregunta si en el caso de los que abandonan Jehová descarga su ciega ira sobre los infieles “O es todo una trola para hacer caja, porque eso es lo que hay en el fondo”. El expresidente de la Asociación, Israel Flores, quien la abandonó hace seis años, dice a Quico Alsedo: “Aquí hay de todo, según los testimonios que aportamos al juzgado: Manipulación, marginación, discriminación por motivos de género, intentos de suicidio…”. “Los llamados comités de ancianos hacen justicia divina en los conflictos entre los siervos, compeliéndoles a no ir a la justicia ordinaria, la de los denominados “mundanos”, por ser agentes de Satanás”.

El Mundo ha tenido acceso en exclusiva a los testimonios de 35 personas que se declaran víctimas de la organización. Una de las historias más conmovedoras es la de G. P., de quien se ocultan el nombre y los apellidos para proteger la identidad. En su denuncia a la organización, confiesa: Estoy en un procedimiento judicial con respecto a estos hechos en Plaza de Castilla. “Te matan en vida…. Los ancianos me trataban como a un retrasado mental…. Llevo años en tratamiento psicológico y psiquiátrico, tomo una macedonia de 14 pastillas al día”.

Otro testimonio: Dice M. S.: “Tenía siete años y mis padres estaban divorciados cuando mi madre y mi hermano empezaron a ir a las reuniones y llevarme contra mi voluntad. Desde pequeño me inculcaron el miedo de que si no asistía a las reuniones sería considerado mala persona y Dios me destruiría…. Con 17 años me prohibieron relacionarme con nadie que no fuera testigo y estudiar cualquier cosa que no fuera literatura de la congregación, so pena de cometer apostasía”. Finalmente fue expulsado: “Fue mi hermano quien me comunicó la expulsión y me dijo: “Hoy para mí, mi hermano ha muerto”.

Jean Comas, portavoz de los Testigos de Jehová, sale al paso de estas acusaciones y mantiene que han “sufrido ataques vandálicos y de odio en nuestros salones del reino…. Respetamos la libertad de expresión, pero todo tiene un límite. Lo que las víctimas denuncian como justicia paralegal son sólo tribunales de la fe que valoran si se ha cometido un pecado, pero que en absoluto se disuade a nadie de acudir a la justicia ordinaria, al contrario”.

De la defensa de los denunciantes se ha hecho cargo el abogado Carlos Bardavías, especializado en estas cuestiones, quien ha declarado al periodista del diario El Mundo, refiriéndose a los Testigos de Jehová: “Ellos se amparan en la libertad de conciencia, pero tratan de coartar la libertad de expresión de los demás, cuando dentro de su propio culto ellos denuestan a otros, diciendo que todo lo que hay fuera de ellos es Babilonia la Grande”.

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