¿Qué hice, Dios mío?

Los límites permiten conocer lo que somos y lo que no somos, y lo que podemos y no podemos hacer.

    02 DE NOVIEMBRE DE 2022 · 08:00

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    Paul Smith / Unsplash

    “¿Qué hice?”, dijo este joven, que por dejarse provocar consintió en una competencia de autos en plena ciudad. No habían transcurridos dos minutos, cuando su auto atropelló a una niña que cruzaba la calle.

    “¿Qué hice, Dios mío, qué hice?”. Vio su vida transformada de un momento a otro.

    Ahora, está recluido en una prisión, perdió su libertad, comprometió el trabajo de sus padres, su conciencia no le deja dormir en las noches y su futuro es incierto.

    Todo porque no supo controlar los impulsos emocionales. El no saber establecer límites a sus emociones le robó su alegría de vivir, su paz interior, y sobre todo, el cumplimiento de sus sueños.

    La palabra límite implica lindero o término y hace alusión a algo que no se puede exceder. Por lo tanto, limitar tiene que ver con la acción de “poner límites y demarcar los linderos”.

    Los límites permiten conocer lo que somos y lo que no somos, y lo que podemos y no podemos hacer.

    La vida es para ser vivida a plenitud y de manera intensa, pero no a costa de nuestra salud, de nuestra integridad física o de nuestra libertad (o la de terceros). Vivir de esta forma es el resultado de aprender a desarrollar las habilidades necesarias para evitar excesos, caprichos y deseos desenfrenados. Ahí es donde entran los límites, pues estos nos alejan del peligro, de los abusos y de las cosas dañinas.

    También, los límites nos ayudan a definir en qué estamos de acuerdo las personas, o bien, qué compartimos y qué no. Establecer límites demarca lo que es nuestro y lo que pertenece a otros.

    Cuando los límites están claramente marcados, son fáciles de reconocer por todos los que integramos el grupo social y esto nos permite defender nuestros derechos ante una invasión o un hecho injusto.

    Los límites delimitan lo que es tolerable y aceptable de lo que es abuso o agresión. Los límites protegen, ofrecen seguridad, claridad y responsabiliza a las personas de sus acciones, lo que nos lleva a lograr una convivencia pacífica.

    El aumento de la obesidad se ha convertido en un tema de salud pública. El aumento en la infidelidad ha crecido a cifras insospechadas. La ambición por lo material ha transformado a las personas en máquinas de trabajo y aun, ha llevado a crear una adicción por las compras. La adicción a las redes sociales está desintegrando familias y la dependencia a los celulares ha cortado la comunicación en los hogares.

    ¿Cómo llevar una vida de equilibrio? La respuesta es: estableciendo límites saludables que nos permitan vivir en armonía con nosotros mismos, con la familia y con nuestro entorno. No es fácil establecer límites que nos conduzcan a la plenitud, a la paz interior y a la realización personal. Pero si damos lugar a los límites y reglas, tendremos sentido de dirección, de orden, de estabilidad y de armonía personal, familiar y social.

    ¿Alguna vez ha cuestionado los límites o las reglas? ¿Cuál es nuestra actitud hacia lo que interrumpe nuestros deseos inmediatos y excesivos? Necesitamos comprender su importancia porque de eso depende nuestra salud y bienestar en todos los niveles de nuestra vida.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Enfoque a la familia - ¿Qué hice, Dios mío?

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