El Santo de Israel

La palabra kadosh aparece unas 830 veces en la Biblia hebrea, y apunta a la separación de Dios de todo lo inmundo y pecaminoso.

09 DE JUNIO DE 2021 · 09:00

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¿Acaso no lo sabían ustedes? ¿No se habían enterado? ¿No se les dijo desde el principio? ¿No lo entendieron desde la fundación del mundo?

Él reina sobre la bóveda de la tierra,  cuyos habitantes son como langostas. Él extiende los cielos como un toldo, y los despliega como carpa para ser habitada. Él anula a los poderosos, y a nada reduce a los gobernantes de este mundo. Escasamente han sido plantados, apenas han sido sembrados, apenas echan raíces en la tierra, cuando él sopla sobre ellos y se marchitan; ¡y el huracán los arrasa como paja!

«¿Con quién, entonces, me compararán ustedes? ¿Quién es igual a mí?», dice el Santo. Isaías 40.21-25

Santidad en la Biblia

La santidad es una muy importante cualidad divina que revela su singular naturaleza y pone de manifiesto la esencia misma de Dios. El término hebreo que transmite la idea de santidad es kadosh, que incluye las ideas de pureza, consagración y separación. La intención de los autores de la Biblia al utilizar la palabra es afirmar que la santidad es parte de la esencia divina y esa singular naturaleza de Dios impacta al ser humano en sus dimensiones física, espiritual y emocional. La santidad divina no está cautiva en un sector aislado de la vida, sino que llega con fuerza a toda la existencia humana.

La palabra kadosh, que aparece unas 830 veces en la Biblia hebrea, desde la perspectiva religiosa, apunta hacia la separación de Dios de todo lo inmundo y pecaminoso. Cuando el término se aplica a Dios destaca su distinción de la creación y de la sociedad, y revela su supremacía, esplendor, majestad y reverencia. La expresión, en efecto, pone de manifiesto el carácter único, singular e inmaculado de Dios. Un Dios santo, como el que se reveló a los israelitas en el Pentateuco, es especial.

Cuando la santidad se aplica a objetos, la intensión es destacar que han sido separados y consagrados para un uso fuera de lo común. Es una manera de indicar que han sido dedicados al servicio de Dios, que ciertamente es la fuente única de la santidad. Es importante notar el reiterado uso del concepto de santidad en los libros de Éxodo y Levítico, en referencia a objetos en el Tabernáculo, sus muebles y sus instrumentos de adoración y sacrificios. El contexto general es enfatizar la dedicación que tenían en los procesos cúlticos y las ceremonias de los sacrificios.

La aplicación del término de santidad a las personas se relaciona directamente con las actividades religiosas, que los separaba para cumplir alguna encomienda especial o para vivir de acuerdo con los valores éticos, morales y espirituales que provienen del Señor. La santidad significa estar consagrado o separado para cumplir el plan divino; además, es estar disponible para que Dios pueda usarlo en medio de las realidades de la vida.

De singular importancia teológica es la afirmación de continuidad divino-humana que indica que las personas deben ser santas porque Dios es santo (Lev 11.45). De acuerdo con las instrucciones mosaicas, y también en sus posteriores interpretaciones rabínicas, la santidad divina es ciertamente la fuente suprema de la santidad humana. Y el gran reclamo del Pentateuco es que los israelitas, y posteriormente los creyentes en el Nuevo Testamento (1 Pe 1.16), vivan y actúen de acuerdo con esos valores de santidad que emanan directamente de Dios, pues el concepto teológico tiene concretas implicaciones éticas, morales y espirituales.

 

Santidad en el libro del profeta Isaías

El libro de Isaías incluye una serie importantes de afirmaciones teológicas que contribuyen positivamente a la comprensión de Dios y sus actividades en medio de la historia (Is 40.28; 41.1-4; 42.5; 45.11-13; 51.1-3,6,13-16). De acuerdo con el profeta, el Dios creador de todas las cosas es fuente de esperanza y confianza, pues como Señor del universo nada está fuera de su capacidad de intervención. Y en su mensaje, condena vehementemente el pecado del pueblo pues, además de manifestar rebeldía y desobediencia, hieren la misma naturaleza santa, extraordinaria y única del Señor (Is 1.4).

La teología de Isaías se fundamenta en un concepto de Dios firme, fuerte y claro. Mientras el profeta se refiere al Señor con en hebreo elohim, a las divinidades extranjeras las llama elilim, que las describe como pequeños dioses o “diositos”, pues desea destacar su incapacidad para intervenir en la historia ni en las vivencias cotidianas del pueblo. Para este extraordinario profeta, Dios es admirable, sublime, creador del universo y fuente de la vida. Además, su libro narra una experiencia singular de revelación divina, en la cual ve al Señor en su trono y experimenta su gloria, en el contexto de recibir el llamado divino a ser profeta (Is 6.1-13).

De acuerdo con el libro de Isaías, Dios no solo era el Señor de Israel sino el gran rey de toda la tierra, que pone de relieve una teología universalista que claramente transciende los límites geográficos, nacionales, culturales, étnicos y lingüísticos. La gran afirmación teológica “toda la tierra está llena de tu gloria” (Is 6.3) es una forma de enfatizar el poder divino sobre la naturaleza, el cosmos y los pueblos del mundo. Y esa espectacular gloria divina hace que los seres angelicales, los serafines, que representan la belleza, el esplendor y la virtud, ¡se cubran sus rostros!

El Dios eterno se revela al profeta Isaías en un ambiente de santidad. En medio del esplendor de la manifestación de la gloria divina, se escucha a los seres angelicales anunciar, en una especie de cántico sublime: Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos, la tierra está llena de tu gloria (Is 6.3). En su relato vocacional, Isaías relaciona a Dios con varios conceptos teológicos de importancia capital en la Biblia: Santidad, ejércitos y gloria. La referencia a los ejércitos destaca la capacidad divina de intervenir en las batallas del pueblo, en niveles históricos y militares, y en las dimensiones emocionales y espirituales. Y la gloria del Señor pone de manifiesto su esplendor, que ilumina a la humanidad y sobresale de las realidades humanas.

La santidad divina, que es presentada por los serafines en tres ocasiones --que es una forma de afirmar su perfección--, genera reacciones en los seres angelicales y en el profeta. Los serafines se cubren el rostro y el profeta pensó que moriría. El medio de la visión, Isaías piensa que va a morir, pues compara la pureza e integridad divina con la infidelidad y los labios impuros del pueblo. La narración, que es intensa, presenta los contrastes desafiantes en torno a la naturaleza divina y las realidades humanas.

El Dios santo representa lo puro, lo digno, lo íntegro, lo noble; el pueblo se asocia con la rebeldía, la infidelidad, la desobediencia y la arrogancia. Isaías, que se sentía parte de la humanidad frágil, estaba frente al Dios eterno. La perfección divina contrasta directamente con las imperfecciones humanas, que se manifiestan en un sentimiento de impureza ritual, ética, moral y espiritual. Para Isaías, el Dios de Israel representaba santidad, pureza e integridad. No era una divinidad más en la constelación de divinidades del Oriente Medio antiguo, sino el único Señor con la capacidad de sentarse sobre el círculo de la tierra (Is 40.22).

 

El Santo de Israel

Fundamentado en su teología sobre el Dios de Israel, y también en su comprensión amplia del término hebreo kadosh o santidad, Isaías articula una singular descripción del Señor. Esa novel forma de comprender y presentar al Dios bíblico, se fundamenta en el uso del calificativo “santo” para describir al Señor como el Santo de Israel. Y ese singular uso del concepto hebreo kadosh, que tradicionalmente se limitaba a contextos rituales y cúlticos, en la teología del profeta Isaías sobrepasa las dinámicas ceremoniales y religiosas, para describir un nivel especial y extraordinario de la naturaleza de Dios.

El Santo de Israel se convirtió en una de las formas más populares del profeta para referirse a Dios (Is 1.4; 5.16,19,24; 10.20; 30.11). Esa preferencia semántica no se fundamenta en las particularidades lingüísticas de la frase ni en las virtudes estilísticas que se revelan en la poesía, sino en una muy singular y firme comprensión teológica de Isaías. El corazón de la teología del profeta se pone de relieve en esta forma de describir a Dios, pues relaciona la esencia divina con la naturaleza humana del pueblo. La expresión revela la teología contextual y pertinente de Isaías. El Dios del profeta es singular por su esencia divina y por su compromiso histórico con la humanidad, reflejada en el pueblo de Israel.

La expresión “el Santo de Israel” puede entenderse desde dos perspectivas. En primer lugar, destaca la santidad, el amor, la majestad, el poder y la misericordia divina. Además, pone de manifiesto claro su deseo de intervenir en la historia, destaca su compromiso ineludible de actuar en medio de las realidades diarias de su pueblo, y demuestra su fidelidad a las promesas hechas a los antiguos patriarcas al bendecir a Israel. Son dos, por lo menos, las implicaciones contextuales de este singular nombre divino: Destaca la esencia más sagrada y profunda de Dios y muestra su compromiso de transformación de la comunidad israelita.

¡Oigan, cielos! ¡Escucha, tierra! Así dice el SEÑOR: «Yo crié hijos hasta hacerlos hombres, pero ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende!» ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de culpa, generación de malhechores, hijos corruptos!  ¡Han abandonado al SEÑOR! ¡Han despreciado al Santo de Israel! ¡Se han vuelto atrás! Isaías 1.2-4

En la sección primera del libro, Isaías contrapone el pecado nacional con la santidad divina (Is 1.2-9). En un poema de extraordinario valor teológico y belleza literaria, el profeta pone a la naturaleza de testigo al denunciar los pecados del pueblo y presentar su mensaje de juicio. El mensaje presenta la rebeldía y la infidelidad del pueblo. Inclusive, compara a Judá, sus habitantes y sus reyes con animales, que por lo menos tienen conocimiento de sus amos y los respetan.

El profeta lo dice con claridad: Judá en una nación pecadora, cargada de maldad, y llena de malhechores e hijos depravados. Ese pueblo, que el Dios de Isaías crio y engrandeció, dejó al Señor en un acto infame de cobardía, desobediencia e infidelidad. Y en ese contexto de juicio divino, el libro incluye por primera vez la referencia al Santo de Israel, al contrastar la maldad del pueblo con la naturaleza santa e íntegra de Dios. El pueblo volvió atrás y provocó la ira del Señor, y para contrarrestar las actitudes humanas con la gracia divina, Isaías presenta a un Dios que es Santo, íntegro y fiel a sus promesas.    

La teología del Santo de Israel prosigue en el libro y se asocia al Señor de los ejércitos, al que aconseja al pueblo, y al que manifiesta su ira a quienes rechazan la palabra divina (Is 5.16,19,24). Además, esa misma comprensión de Dios es la que utiliza el profeta para apoyar al resto o remanente fiel que decida apoyarse en el Señor y no en las fuerzas humanas (Is 10.20). Inclusive, al amonestar nuevamente al pueblo por fundamentar sus esperanzas en alianzas humanas --por ejemplo, con Egipto--, Isaías utiliza la misma teología para reiterar que el pueblo debe confiar únicamente en el Dios que es el Santo de Israel. De acuerdo con la profecía bíblica, la santidad divina, que incentiva la conversión y el arrepentimiento, debe ser la única fuente de seguridad y futuro para el pueblo (Is 30.11-12,15).

 

Este artículo se fundamenta en el nuevo libro Yo sé quién soy, que publicará Unilit a finales de 2021.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde un rincón en la Tierra Santa - El Santo de Israel