‘Nueva verdad’ y ‘mentira necesaria’

La inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos.

14 DE ENERO DE 2019 · 08:00

Cuadro de 1953: ,Relatividad, Escher
Cuadro de 1953:

Como ha señalado Xesús Manuel Suárez en su ponencia: “Efectos políticos de la ideología de género. Democracia, libertad e ideología de género, los proponentes más activos de la ideología de género, esto es el lobby LGTBI han sido eficientes en crear la convicción entre los políticos de izquierda respecto a que la misma es símbolo de progresismo y por otra parte, a los representantes de la derecha de que es inevitable que el mundo avance hacia ella, es más lograron que aporten recursos financieros para lograrlo[1].

Debemos reconocer que es correcta la apreciación mencionada en el párrafo anterior y en virtud de ella me parece oportuno hacer dos referencias: una respecto de un marco conceptual y otra recordando una herramienta o estrategia comunicacional que sin duda contribuyen a robustecer la posibilidad de instalar la ideología de género en los distintos colectivos políticos y ante la cual debemos estar atentos (II Cor. 2:11).

La palabra “verdad” es un concepto polisémico, admite una diversa variedad de significados y cada uno en su faz personal o íntima puede vivenciarla de distintas maneras.

Si nos ceñimos al Diccionario de la Real Académica, en la segunda acepción, se la define como la “conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”.

En lo opuesto se define a la mentira como: “cosa que no es verdad”. Durante siglos prácticamente no hubo variantes en nuestras conceptualizaciones respecto de aquello que era o es verdad o es o era mentira. Trascurrimos y nos formamos con criterios fundantes que en la actualidad son simplemente cuestionados ad hoc y sin fundamentación científica alguna; esos criterios eran aceptados o no, compartidos o no, pero socialmente válidos.

Ahora bien, respecto de la acción política esto no siempre fue lineal. Siguiendo a Jorge Manrique (2016), podemos señalar que desde Platón (427 a 347 a.C.) quien afirmaba que “es lícito que falten a la verdad quienes gobiernan y que engañen a los enemigos con mentiras bélicas o de espionaje, y a los conciudadanos con mentiras políticas”; pasando por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), quien recordaba e implícitamente aconsejaba en El Príncipe: “Hizo la guerra cuando estaba en paz con los vecinos, y, sabiendo que nadie se opondría, distrajo con ella la atención de los nobles” (1999, p.112), la mentira puede ser una estrategia política aceptada como “necesaria” o “correcta”.

Max Weber, por otra parte, sostenía que la veracidad o el decir la verdad no era un principio aplicable siempre en la esfera política.

Hannah Arendt afirmaba que la sinceridad nunca figuró entre las virtudes políticas. Las mentiras siempre se estimaron como medios justificables en los tratos políticos (1998).

Pareciera ser que a lo largo del tiempo siempre hubo una marca en la acción política que vio como natural o normal escudarse en una multiplicidad de motivos (no desesperanzar a la gente, lograr motivarlos pese a la situación, mantener el poder, sortear las diferencias de los adversarios políticos, u otras), para en algunas ocasiones, no alinear el discurso político a la verdad, o por lo menos licuarla a conveniencia o transformarla en un mero frontispicio.

Ahora estamos en la época de la “posverdad”, si bien para algunos es un concepto novedoso en realidad no lo es. Será Ralph Keyes quien afirmará que en algún momento tuvimos verdad y mentira, pero ahora estamos bajo la posverdad que no es ni verdadera ni mentira (1945).

Se busca usar eufemismos para tratar de relativizar la verdad, se aplican criterios novedosos y falaces en muchos casos, para tratar de demostrar e instalar una “nueva verdad”.

La nueva verdad no tiene por qué ser cierta, lo importante es que responda a un imaginario y más allá de que no sea comprobable científicamente o de hecho tenga aristas vulnerables, lo significativo es insistir, incluso si es mentira. Es en definitiva una distorsión deliberada, consciente y sistemática de la realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.

Adicionalmente, debemos tener en cuenta que en nuestro mundo hipermoderno lo importante es lo que “yo” sostengo independientemente del otro, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales; lo valioso es lo “que pienso” independientemente de que esté errado.

Es un cóctel peligroso que va modelando una nueva pseudoverdad a partir de la repetición de una mentira, usando principalmente las redes sociales, las cuales son aprovechadas por los colectivos minoritarios para amplificar su voz e instalar como verdad la mentira y como normal lo anómalo.

Recuerda Tzvetan[2] que la “inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y, la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles”.

En este esquema la ideología de género ha calado comunicacionalmente en la sociedad de manera efectiva, más allá de la posición de cada uno.

Esto la analizaremos en nuestro próximo artículo.

 

[1] Literalmente dice Suárez Garcia: “El lobby LGTBI ha engañado a la izquierda y a la derecha: a la izquierda le ha hecho creer que la Ideología de Género es progresista, y a la derecha, que es inevitable que esta ideología se acabe imponiendo y que, por tanto, es mejor que la vaya aceptando e integrando en su programa” (2018, p.5).

[2] Disponible en:Infobae

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - ‘Nueva verdad’ y ‘mentira necesaria’