El mundo y sus absurdos jurídicos
Que la sociedad de una nación deba recurrir al Tribunal Supremo para que se respete la feminidad biológica es totalmente absurdo, pero una realidad.
04 DE MAYO DE 2025 · 08:00

A mediados del pasado mes de abril, el Tribunal Supremo del Reino Unido emitió por unanimidad una importante sentencia que define legalmente a la mujer por su sexo biológico, de acuerdo a una petición del grupo For Women Scotland, que defiende que los derechos de la mujer sólo deben aplicarse en función del sexo al nacer y no a las mujeres trans.
Este medio digital reseñó que «cinco jueces del Tribunal Supremo de Reino Unido dictaminaron por unanimidad que los términos “mujer” y “sexo” en la ley de Igualdad de 2010 se refieren a una mujer biológica y al sexo biológico al nacer.
La sentencia del Tribunal Supremo se refiere a si una mujer que ha completado el proceso transgénero (con un certificado de reconocimiento de género, documento formal que otorga reconocimiento legal al nuevo género de una persona) está protegida frente a la discriminación como mujer en virtud de la Ley de Igualdad británica. Una sentencia histórica con implicaciones de gran alcance.
Este reconocimiento supone una victoria para los defensores escoceses frente a la igualdad de género que llevaron el caso ante el más Alto Tribunal. La perspectiva del gobierno escocés sobre esa ley afirmaba que una mujer trans con un GRC completo era legalmente una mujer a todos los efectos.
El grupo For Women Scotland (FWS), que ha celebrado la noticia, había argumentado que esos derechos sólo deberían aplicarse en función del sexo biológico de una persona y había desafiado la orientación emitida por el gobierno escocés descentralizado sobre una ley de 2018 que fue diseñada para aumentar la proporción de mujeres en los consejos del sector público».
El sólo pensar unas décadas atrás que en alguna nación se introduciría una demanda ante el máximo tribunal para exigir que únicamente sean reconocidas como mujeres a aquellas que lo eran biológicamente era absurdo; porque aunque siempre han existido mujeres trans, estas jamás habían exigido que se les reconociera legalmente como mujeres, porque sencillamente saben que no lo son, sino que son hombres disfrazados de mujeres.
Pero lamentablemente la moral en el mundo va en acelerado retroceso, como dice el profeta Isaías: «llamando a lo bueno malo, y a lo malo, bueno». Los sistemas políticos del mundo hace décadas se han alejado de Dios y de la moral, convirtiéndose en gobiernos y parlamentos complacientes con las corrientes sexuales depravadas, al extremo de legalizar lo que desde el principio Dios ha condenado.
Cuando el Señor le entregó la ley a Moisés, le dijo claramente: «La mujer no se vestirá con ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestido de mujer; porque cualquiera que hace esto es una abominación al SEÑOR tu Dios» (Deuteronomio 22:5); eso significa que Dios no acepta la transexualidad, como tampoco acepta la sexualidad fuera del matrimonio, tales como: fornicación, adulterio, homosexualidad, lesbianismo, pedofilia, zoofilia, incesto, sexo entre varias personas, etc.
Que una institución o la parte de la sociedad de una nación tenga que recurrir al Tribunal Supremo para exigir que se respete la feminidad biológica es un absurdo jurídico, pues desde el principio los legisladores y el propio Tribunal Supremo nunca debieron aceptar que a una mujer trans (hombre disfrazado de mujer) se le reconozca como las que lo son biológicamente.
Los jueces y tribunales no deberían aceptar que políticos pervertidos legislen sobre la moral y la creación biológica de Dios, puesto que es el Altísimo como nuestro Creador, Juez y dueño, el único facultado para legislar en lo moral. Lo establecido por Dios es eterno, nunca se puede cambiar, por lo que tratar de hacerlo con leyes humanas es el engaño más grande que los hombres pueden hacerse a sí mismos.
La Biblia en su primer capítulo dice tajantemente: «Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Génesis 1:27); hacerse cirugías para tratar de cambiar de sexo, modificar leyes que deben su sustento a la eterna ley de Dios, es lo más absurdo que pueden los hombres atreverse a hacer, pues se autoengañan. Sólo Dios puede legislar la moralidad y Él ya lo hizo desde el principio mismo de la creación.
«No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará» (Gálatas 6:7). Si el mundo no recapacita y se vuelve a Dios en arrepentimiento, lo que le espera es la peor de las cosechas: la condenación eterna por desobedecer la Palabra de Dios y entregarse a los placeres pecaminosos.
Al final de nuestra vida cada uno tendrá que rendir cuentas a Dios por sus actos y comportamiento en la tierra; razón por la cual nunca debemos olvidar que: «los cobardes, los incrédulos, los abominables, los homicidas, los que incurren en inmoralidad sexual, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).
«Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 6:23). No importa el pecado que hayamos cometido, aceptemos el consejo del apóstol Pablo quien nos exhorta a recibir el regalo de Dios que es el perdón y la vida eterna que Jesucristo conquistó para nosotros en la cruz del Calvario.
¡Hágalo hoy, mañana puede ser muy tarde para usted!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - El mundo y sus absurdos jurídicos