Luchar contra la pobreza en nombre de Dios

Superar la inequidad social que arrastra históricamente R. Dominicana, también es parte del compromiso evangélico.

05 DE MAYO DE 2024 · 08:00

Ben Richardson, Unsplash,pobreza niña, marginados
Ben Richardson, Unsplash

Según el Boletín de estadísticas oficiales del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) la pobreza monetaria en la República Dominicana en 2023 disminuyó significativamente del 27.7 % en 2022 al 23.0 % en 2023, indicando un progreso positivo en la mejora de las condiciones económicas generales de la población. La pobreza extrema también experimentó una reducción, disminuyendo del 3.8 % en 2022 al 3.2 % en 2023.

Se define como pobreza monetaria la situación en la que prevalece un déficit respecto al monto de recursos (ingresos) considerados necesarios para que en un hogar se pueda adquirir una canasta mínima para el consumo de alimentos, y de ciertas necesidades no alimentarias consideradas esenciales. Esto significa estadísticamente que 23 de cada 100 dominicanos carecen del dinero necesario para poner en su mesa los alimentos básicos para hacer su vida biológicamente viable. Y que tres de cada dominicano viven, en términos de los indicadores humanos básicos, en la total indigencia.

Pero una cosa es leer la estadística fría y sin rostro, y otra cosa es ver y escuchar a quienes sufren estas carencias básicas. Nuestro espectacular gran crecimiento y abundancia económica contrasta con necesidades humanas que revelan una falla sistémica, una inequidad injustificable que debe ser superada con mayor atención y celeridad.

La pobreza no es un asunto simple, se trata de un problema complejo, de carácter multifactorial en el que no son suficiente las buenas intenciones. Desde cualquier ángulo que se aborde, la respuesta a la pobreza resulta compleja, porque no solo implica una mejor distribución de recursos y bienes, sino una comprensión de la persona humana en toda su dimensión.

Gustavo Gutiérrez (2004) interpreta la pobreza como una realidad polifacética, inhumana e injusta, consecuencia de la forma como se piensa y organiza la sociedad. La gente que sufre la pobreza, la vive como una realidad que les afecta sicológica, emocional, espiritual y físicamente, por lo que no es posible considerar una sola dimensión de la pobreza aislada de las demás.

La respuesta al fenómeno de la pobreza no se limita a la caridad y a un apropiado sentido del bien, quizás el limitar el problema a estas “sanas intenciones” solo ha contribuido a propiciar su expansión, porque la pobreza tiene que ver hoy –y quizás siempre– con estructuras, con sistemas organizados, con poderes fácticos, con fuerzas históricas y sociales que desbordan los buenos sentimientos cuando los hay.

Uno se da cuenta que el crecimiento económico avanza a aceleradamente y los indicadores de desarrollo humano van a paso de gotero. El malestar está en la falta de conciencia, en la ausencia de compromiso, ese dejar pasar que deja a los más pobres en el abandono, en el manejo de la caridad y asistencialismo estatal que los toma en cuenta solo para fines políticos y para presentar magros avances estadísticos que no reflejan el dolor y el sufrimiento de quienes carecen de lo que a un grupo le sobra.

Lo lamentable es que, tal como lo establece el informe de Desarrollo Humano (PNUD, 2008), no es resultado de la falta de recursos, sino de la falta de compromiso del liderazgo empresarial, político, social y religioso, que ha sido incapaz de ejecutar un pacto social que garantice el desarrollo humano.

 

Una teología de la pobreza

La iglesia evangélica de República Dominicana cumple su misión profética en medio de una situación que no solo es de extrema pobreza para un gran porcentaje de sus habitantes, sino también de opresiva y denigrante desigualdad.

Desde las ciencias sociales y económicas, junto a otras disciplinas del saber, se han tejido diversas teorías sobre la pobreza y se han articulado diversas propuestas de desarrollo para superarla. Afortunadamente, desde el ámbito de la fe, católicos y protestantes, han desarrollado toda una teología para trabajar con el tema. Pero mucho más, desde diversas organizaciones cristianas se han emprendido serios esfuerzos, concebidos como parte de la misión y el compromiso de la iglesia, para descifrar el drama humano que entraña la pobreza.

Los católicos desde su litoral han realizado importantes aportes en el pensamiento de hombres como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, los que representan apenas unos pocos nombres de una larga listas de autores que se han dedicado a trabajar el tema de la pobreza. Agreguémosles las conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979), puntos de partida de la opción preferencial por los pobres.

Igualmente, en América Latina, desde el frente protestante, gracias a los aportes de René Padilla, Samuel Escobar, Orlando Costas, José Miguez Bonino, entre otros, ha tomado apreciable vigencia la dimensión social del Evangelio. De manera que tenemos un material voluminoso de reflexión teológica para asomarnos al complejo fenómeno de la pobreza.

 

Fe, pobreza y desarrollo: Bryant Myers

Bryant Myers, (2019) vicepresidente de Visión Mundial en su libro “Fe, pobreza y desarrollo”, ha hecho uno de los aportes de mayor importancia para un enfoque teológico de la pobreza. El libro subtitulado: “Principios y prácticas del desarrollo transformador”, aunque toca diversas teorías de desarrollo, tiene una rica sustancia bíblico-teológica que lo hace una consulta obligada cuando uno se quiere aproximar al tema de la pobreza desde la dimensión de la fe.

Myers establece que los pobres experimentan la pobreza fundamentalmente como un daño de su identidad como personas hechas a imagen y semejanza de Dios, y a su verdadera vocación de ser mayordomos productivos, a quienes Dios le ha dado dones para contribuir al bienestar de todos.

Myers utiliza el término transformador, como una forma de entender que las personas se desarrollan no solo cuando poseen más, sino cuando han descubierto su verdadera identidad, conocen y pueden desplegar su verdadera vocación como mayordomos productivos, que cuidan fielmente del mundo y de todas las personas que lo habitan. “Utilizo el término desarrollo transformador –dice Myers– para reflejar mi preocupación por la búsqueda de un cambio positivo en la totalidad de la vida humana, en lo material, lo social y lo espiritual”.

 

Causas fundamentales de la pobreza

La pobreza tiene causas físicas: las personas necesitan comida, vivienda, agua y aire puro. Necesitan un ambiente que promueva la vida. El dinero, la tierra y el ganado son bienes que ayudan. Si estas cosas están total o parcialmente ausentes, el resultado es la pobreza.

La pobreza tiene causas sociales: Las causas físicas de la pobreza se intensifican por las causas sociales. Existen prácticas sociales a gran escala y todo un sistema de funciones sociales, con frecuencia aprobados firmemente por los miembros de la sociedad en general, que provocan o perpetúan la injusticia y la miseria.

La pobreza tiene causas mentales: Algunas causas de la pobreza tienen que ver con la condición mental de los pobres. En el nivel más simple, es obvio que la pobreza es causada en parte por la falta de conocimiento e información técnica. La existencia de estados mentales debilitados debido a la mala nutrición, la enfermedad, el alcohol o las drogas también crea y mantiene la pobreza.

Sanar la identidad lastimada de los pobres es el comienzo de la transformación. “Debemos saber quiénes somos y el propósito por el cual fuimos creado. Por tanto, restaurar la identidad y recuperar la vocación debe ser el enfoque central de una comprensión bíblica de la transformación humana. Los pobres sufren de una identidad dañada y de una vocación degradada.

 

Tres aspectos básicos de la necesaria transformación

Identidad: la verdad transformadora es que los pobres y los no pobres han sido creados a la imagen y semejanza de Dios.

Dignidad: los pobres son de suficiente valor para Dios como para justificar la muerte de su Hijo para restaurar la relación con Él.

Vocación: Dios a cada una de las personas les ha otorgados dones especiales para que disfruten su realización y contribuyan al bienestar de sí mismo y de la comunidad.

Myers insiste en que el punto central del desarrollo transformador no es la transferencia de recursos, ni el incremento de capacidades, si con esto no se logra que los pobres recuperen su verdadera identidad y descubran la vocación que Dios tiene para ellos. Para él uno de los aspectos más importante del proceso de transformación es ayudar a las personas a que aprendan a pensar y a que puedan estudiar.

 

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Notas:

Gutierrez, G. (octubre de 2004). Hermanos menores capuchinos. Recuperado el 5 de agosto de 2014, de pobreza y teo- logia: http://www.capuchinosdelecuador.org/joomlanew/ index.php/documentos/ecuador-y-lam/198-pobreza-y-teo- logia-gustavo-Gutiérrez.

Myers, Bryant, "Fe, Pobreza y Desarrollo". JUANUNO1 Ediciones, 2019, California, USA.

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