Jugamos como nunca, pero perdimos como siempre
Quizás nuestra ‘eterna crisis’ en Argentina y Latinoamérica no sea económico-laboral, sino profundamente moral.
10 DE JULIO DE 2019 · 15:00

Hace unos días atrás más precisamente el martes 02 de julio del corriente año, en el marco de las semifinales de la Copa América, Argentina jugo contra Brasil, uno de los clásicos sudamericanos.
Para la mayoría de los comentaristas deportivos argentinos, nuestra selección hizo un muy buen partido y Messi fue la figura de la cancha, finalmente la selección “albiceleste” perdió frente al conjunto “verde-amarela”.
En síntesis, jugamos como nunca, pero perdimos como siempre, desde 1993 nuestro país no logra ganar la “Copa América”, hace unos 26 años.
Lo dicho es una realidad de nuestro país en varios frentes sociales que puede ser extrapolada de manera indicativa a varios países latinoamericanos.
Datos sociales de la Argentina actual
Solo por mencionar algunos datos escalofriantes, según el Observatorio de la Deuda Social de la Pontificia Universidad Católica Argentina, a marzo del 2019 el 31,3% de nuestro país padecía de una pobreza multidimensional, esto es unos 12,7 millones de argentinos con carencias en diversos aspectos. Por otra parte, a junio del 2019 un 51,7% de la población infantil y adolescentes era pobre, un 35% asiste a diversos comedores para poder tener al menos una comida al día y el 13% pasa hambre.
A la misma fecha el 45% de la población laboralmente activa esta subocupada y un 81,7% tiene un trabajo de mala calidad que no le garantiza aspectos esenciales vinculados a la seguridad social.
Cabe destacar que los indicadores mencionados guardan sintonía con lo publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, el organismo oficial encargado de las estadísticas a nivel nacional. Dicho organismo habla de un 32% de pobreza a marzo del 2019.
Los tres datos mencionados, a las claras demuestra que en varios aspectos mucho más preocupantes que el fútbol, tales como: pobreza, desarrollo económico, educación, salud, seguridad social y proyección de las nuevas generaciones nuestro país viene perdiendo hace mucho tiempo.
La eterna crisis política
En una alquimia interminable los partidos políticos tradicionales siguen reciclando figuras políticas desgastadas, ineficientes, inmorales y más allá de las tibias convicciones de cada una de ellas, debemos reconocer que no hay posibilidad de tener convicciones firmes sin valores fuertes y estables. Quizás en un primer análisis nuestra “eterna crisis” no sea económico-laboral, sino profundamente moral.
Gobernantes fluctuantes, de moral dividida, de desgastada continuidad para no perder protagonismo y con procesos judiciales múltiples siguen estando en las boletas electorales.
Los partidos políticos no han sabido renovarse, aggiornarse al siglo XXI, cambiar sus paradigmas y fundamentalmente dar un giro hacia los valores y la moral que les permita reconstruirse con perspectiva hacia adelante. Esto si bien genera un importante malestar social y quejas reiteradas en el común denominador de las personas, las mismas, al momento de emitir el voto, siguen inclinándose a votar por las listas que representan a la mayoría de los partidos tradicionales, incluso los cristianos.
Es como que hacemos una disociación injustificada entre lo que esperamos y lo que elegimos, entre lo que creemos y lo que votamos, como si pudiéramos obtener un resultado diferente haciendo siempre lo mismo.
Un importante sociólogo argentino (Dr. Pablo Semán) analiza el potencial voto evangélico y dice: “La razón por las que los evangélicos no desempeñaron hasta acá un papel electoral mínimamente relevante son claras cuando se analiza un fracaso estrepitoso como el del olvidado Movimiento Cristiano Independiente que pretendía movilizarlos a través de un partido confesional en la ya lejana crisis de 2001: los ciudadanos argentinos de fe evangélica (un 8 % en ese momento) votaron como el promedio de sus conciudadanos vota en su segmento económico-social. Y como la mayor parte de los evangélicos pertenecía a los sectores populares votaban al peronismo en diversas variantes” (2019, p.2 -el resaltado es propio-).
Adicionalmente a lo expuesto, los dirigentes cristianos pueden correr el riesgo de sentirse fascinarnos por el poder o de acercarnos tanto al mismo que pierdan una perspectiva adecuada o incluso adormezcan su conciencia en favor de algún rédito que siempre será negativo, cuando no provengan del Reino.
En este esquema es importante que tengamos en cuenta que los cristianos no solo tenemos la obligación de predicar y vivir el Evangelio, sino que adicionalmente es necesario impregnar con el mismo toda nuestra cosmovisión y acciones, incluso a la hora de ejercer el voto.
¿A qué obedece la disociación entre nuestra proclama y el voto, entre la buena conciencia y la elección de aquellos que de antemano sabemos serán ineficaces para gobernar conforme a los valores del Reino? (Prov. 29:2).
En este marco los evangélicos en Argentina están empezando a atreverse a interactuar en política de manera concreta, sin embargo, el camino está recién comenzando, no porque nunca se haya intentado, sino porque anteriormente se fracasó en el intento.
Como diría Platón: “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”. Estamos comenzando a tomar cuenta de esto, por ejemplo: dos amigos personales[1], entre muchos otros evangélicos, aparecen en las listas de cargos legislativos para las próximas elecciones (mes de octubre).
Ahora bien, será menester que los postulantes o candidatos de resultar elegidos hagan primar sus valores y sus convicciones por encima de los partidismos y como paso previo que los evangélicos se atrevan a votar en función de sus convicciones y no de sus filiaciones. Es el momento de jugar como nunca y ganar por primera vez.
BIBLIOGRAFÍA:
Semán, P.: “Evangélicos, política y pañuelos Macristas y peronistas celestes: la politización religiosa al ritmo de la agenda de diversidad sexual y de género”, (www.cenital.com).
[1] Ellos son los pastores Marcelo Díaz y Gabriel Ballerini
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