Abrazando la muerte con gozo y sin temor

Por qué me entusiasma la idea de la muerte... Y por qué debería entusiasmarte a ti.

01 DE MARZO DE 2019 · 15:00

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Penny Hollick, Unsplash

Los médicos decían que iba a morir antes de la Navidad pasada (*).

El cáncer avanzó rápido. Con mi hijo Andrew, estábamos predicando el evangelio en Inglaterra y comencé con lo que pensé que era un resfrío. Tras el regreso a casa, no mejoré. Fui a ver a un médico, busqué una segunda opinión y luego un tercer médico dio una mirada y dijo: «No me gusta lo que veo».

A nadie le gusta oír que un médico diga esto. Insistió en que hiciéramos una radiografía y se confirmó su sospecha: cáncer de pulmón. Estadio IV.

Incurable, dijo. Sin tratamiento, cuatro meses de vida. Si tenía suerte, tal vez —tal vez— podía vivir 12 meses sin tratamiento.

Sentí como si me estuvieran sentenciando a muerte allí mismo. Cuando recuerdo aquel momento, todavía me sorprendo.

He vivido una vida larga y saludable. Es difícil creer que hacía solo tres veranos que nuestro equipo había estado en la ciudad de Nueva York celebrando una gran campaña; largos días de evangelización que alcanzaron prácticamente a cada sector de la sociedad. Me sentía como un muchacho: ¡lleno de energía!

Aunque ha sido difícil pensar en dejar a mi familia, he experimentado un inmenso gozo y entusiasmo al prepararme para el cielo. Últimamente, lloro porque no quiero dejar a mi esposa y no quiero dejar de llamar a los muchachos para escuchar cómo fue su día. Pero no lloro con desesperación.

Y no tengo temor… Pareciera que la gente espera eso de mí. Pero no.

Charles Spurgeon escribió: «Cuando te llegue la hora de morir, no necesitas tener temor, porque la muerte no puede separarte del amor de Dios».

La muerte es un temor común a toda la gente. Superior a todos los otros temores. Es un temor que paraliza a la mayoría de las personas todas sus vidas. Pablo escribió en Hebreos:

Debido a que los hijos de Dios son seres humanos —hechos de carne y sangre— el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte. Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte (Hebreos 2:14-15 NTV).

A medida que Jesús se acercaba a Su propia muerte, habló estas palabras de confianza y consuelo a Sus discípulos: No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. Y ustedes conocen el camino que lleva adonde voy. —No, Señor, no lo conocemos —dijo Tomás—. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? Jesús le contestó:—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí (Juan 14:1-6).

Los niños quieren hablar del tema. Los adolescentes tienen dudas. Los viejos… bueno, más vale que se preparen. En cada uno de los 75 países que he visitado, he escuchado preguntas específicas sobre la muerte y el cielo. El cielo es un tema de interés —y está a la vuelta de la esquina— para todos nosotros. Finalmente, todos nos enfrentaremos a la muerte.

No podemos tener miedo. Más aún, ¡podemos esperarla con entusiasmo! La muerte, para aquellos que hemos confiado en Jesús, resulta en la inmediata entrada a la presencia de nuestro Señor, y a la grandeza del cielo.

Hay algunos detalles sobre el cielo que no quiero que olvides:

  • El cielo es el trono del Todopoderoso. Apocalipsis capítulo 4 se explaya sobre cómo será esto. Dios es el Juez y el Creador, y veremos esto en su plenitud en el cielo.
  • El cielo está lleno de millones de creyentes. En el cielo, millones de personas que han sido rescatadas por el Señor están unidas y adoran juntas. Hay un lugar para toda persona en el cielo. No debemos olvidar que Dios «No quiere que nadie sea destruido; quiere que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:9). Dios tiene un lugar para todos. Para ti.
  • El cielo es un lugar donde se honra la muerte de Jesucristo. En el cielo, la cruz de Jesucristo y Su sangre, entregada para sanar la división definitiva entre la humanidad en su pecado y Dios en Su perfecta santidad, se honra una y otra vez. El tema del cielo es el Cordero de Dios. La cruz es fundamental en la teología cristiana y fundamental para una correcta visión del cielo. Es a través de la cruz de Cristo que todos nuestros pecados son perdonados. La gente del cielo nunca olvida. Cuando vienes a Cristo, sin importar lo que hayas hecho (aun los errores más espantosos), recibes perdón. Sé que es en parte un misterio, pero lo conocerás de primera mano cuando te conviertas en cristiano. Él vendrá a tu vida y la transformará para siempre. «Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas» (Juan 10:28).
  • El cielo es un lugar feliz. Dios es divertido. Permíteme decirlo otra vez: Dios es lo máximo. En lugar de disfrutar las cosas buenas que se nos han dado, solemos quejarnos y gemir. Permíteme decirte lo siguiente: el cielo es una fiesta que nunca termina. No permitas que nadie te diga algo diferente. «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman» (1 Corintios 2:9).
  • En el cielo no hay pecado. ¡Qué regalo! Gracias a Cristo, en el cielo somos libres y seremos libres para siempre del pecado que nos hace tropezar y nos encierra en un patrón de mala conducta.
  • El cielo es perfecto. El cielo será perfecto porque «lo veremos tal como él es» (1 Juan 3:2). Además, tendremos un cuerpo perfecto que nos encantará. Nada estará fuera de lugar, ni muy poco, ni demasiado. Finalmente estaremos satisfechos.

¿Por qué no prepararnos? No esperaba que el año pasado me dijeran que iba a morir. Ochenta y tres años y jamás había estado enfermo en el hospital. Muy de vez en cuando había tenido un dolor de cabeza. Pero aunque no esperaba que me dijeran que iba a morir, estaba listo para escucharlo. He reclamado mi espacio en el cielo.

Cuando de repente llega tu momento de morir, necesitas haber decidido.

Mi padre sabía dónde estaba parado, así que cuando se enfermó rápidamente con una fiebre galopante, no se preocupó por la eternidad. Simplemente cantó… mientras se preparaba para el cielo.

La Biblia que he usado toda mi vida es la que mi madre me dio luego de que papá se fue al cielo. Yo tenía 10 años, él tenía solo 35. Él era un joven hombre de negocios que restauraba casas y urbanizaba vecindarios. Siempre fue maravilloso, pero cuando se hizo cristiano, la vida tuvo un nuevo significado para él. Yo me encontraba en el colegio de pupilos cuando el abuelo me llamó para decirme que papá se había enfermado y que debía ir de prisa a casa en el siguiente tren.

Mientras papá moría, cantó una canción que solía estar en sus labios… «Hay coronas brillantes, coronas brillantes en lo alto […]. Para ti y para mí hay una palma de la victoria; hay una palma de la victoria».

Papá esperaba las coronas de gloria y la verdadera victoria que solo viene a través de Cristo. Cantó la canción tres veces, palmeando las manos, hasta que tuvo que detenerse, exhausto por la fiebre.

Repitió las palabras de Pablo en Filipenses 1:23: «… estar con Cristo, […] sería mucho mejor para mí». Y pocos instantes después, se había ido.

De manera similar, la madre de mi querido amigo Billy Graham murió justo después de decir con entusiasmo: «¡Allí está Jesús!».

Así es cómo quiero irme. Ausente en el cuerpo, pero presente con el Señor.

¿No es asombroso? Nada de temor a la muerte. Y mucho gozo en Jesús.

Por supuesto, cuando era joven, me hacía muchas preguntas, como adónde se había ido y si volveríamos a verlo. Mi madre me señaló las palabras de Jesús en Juan 14:1-6: No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. Y ustedes conocen el camino que lleva adonde voy.

—No, Señor, no lo conocemos —dijo Tomás—. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?

Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí».

Aunque a menudo he predicado mensajes sobre el cielo alrededor de todo el mundo, es extraño estar mirándolo tan de cerca. Es más real de lo que jamás lo ha sido. Pero estoy listo. Estaré cantando al salir de este mundo, al igual que papá.

Esto es lo que te pregunto a ti: ¿Conoces a Jesús? ¿Estás en paz sabiendo que algún día puedes irte? Si confías en Jesucristo como tu Salvador, puedes estarlo.

¿Adónde estarás dentro de mil años? Si tienes a Cristo, estarás en el cielo. En la presencia del Dios Todopoderoso. De tu Salvador Jesucristo. En una fiesta que nunca acaba. En el mayor gozo que jamás hayas experimentado.

Como creyentes, podemos estar seguros de que la muerte es el comienzo de nuestra mejor vida. Y que «vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor» (Filipenses 1:21).

Si desea, oremos por usted o tiene alguna consulta, puede escribirnos a: [email protected]

 

(*) Nota de la Redacción: aclaramos que este artículo (tomado con permiso) fue escrito y publicado hace varios meses, y ha sido difundido de nuevo en el perfil de facebook de Luis Palau. Hemos contactado con su equipo, y no hay nada nuevo sobre su estado de salud que haya variado desde la última noticia que publicamos. Queremos informar y aclarar esto para avitar falsos rumores o suposiciones.

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